Capítulo seis.
||Dedicación: su estabilidad emocional||
No hablé, ni siquiera solté un suspiro cuando ambas manos se alejaron de mí, dejándome en completa libertad para marcharme. Aunque sé que claramente no lo haré.
Al fin pude ver su apariencia, al fin de los alfines. Y sinceramente casi le ruego porque me tome de nuevo de los hombros porque me desmayaría. Aún con la luz de la luna, pude ver esos ojos claros como el agua de los lagos de aquí, ese cabello blanco que era más parecido a un rubio como el de la amante favorita de Jean en Presente. Debajo de los ojos, con la oscuridad se le mezclaban las notables ojeras que llevaba. Sus labios morados, tal vez por el frío, su cabello bastante corto, excepto un delicado mechón de cabello que se colaba en su rostro. No tenía el cabello corto al ras, pero quedaba tan malditamente bien que quién le diría si estaba bien o mal.
—Jean me mandó —aseguró.
Y supe que estaba de nuestro lado.
Su expresión, sus movimientos, mi nombre, el nombre de Jean...
—¿Cómo te llamas? —Elevé la cabeza en su dirección, señalándolo. Con la mirada le mostré que no diría una sola palabra hasta que lo diga, así que no tuvo opción.
—Amon —confesó—. Y ahora, déjame terminar de hablar y volverás con tu principito. —Le hice burla, tomando más de la confianza necesaria.
Observó hacia atrás, esperando que nadie nos viera. El conejo se retorció en su lugar, así que noté que lo apretaba más de lo necesario para mantenerlo conmigo. Cuando volvió a mirarme, su mirada me dió un leve escalofrío de la manera que se clavó en mí.
—Jean recibió tu carta, somos tus refuerzos.
Mi mente galopeó hasta el momento donde escribí la carta, recordando cada detalle en una milésima de segundo.
«Maldito y sensual Jean Jack:
Estoy cayendo en la miseria, estoy a nada de volver a Presente en carruaje o en ataúd, según cómo sea capaz de cerrar esto. No lo logré, Jean. Fueron malditos días en los que tuve que improvisar y concentrarme en matarlos a todos de una o intentar buscar maneras de quedarme más tiempo. Ese pensamiento me bloqueó el camino.
Si quieres que aún siga de pie en medio del castillo de Arce, necesitaré esos refuerzos que alguna vez me prometiste si me metía en problemas.
Mandaré a Myles allí con la carta y no quiero que lo dejes volver, porque si las cosas se ponen feas, caeré sola, no lo arrastraré conmigo. Y si no vuelvo y me entero que mi dinero prometido sí cayó en manos de mi familia, me levantaré de mi tumba en el infierno y vendré a darte unas nalgadas que te dolerán hasta que te vuelvas un anciano que a puras penas puede caminar.
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Mayor Engaño © [TERMINADA]
FantasíaPrimer libro de una bilogía [Bilogía Contradicciones]. La reina de los dioses. Hera Zabat era una simple chica que vivía en un mundo dividido en tres (Pasado, Presente y Futuro), y para su mala suerte, ella vivía en la peor de esas partes. Vivir e...