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Capítulo doce.

   Acomodé mi cabello en el espejo, lista para la junta que había citado el rey en la sala de planificación

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   Acomodé mi cabello en el espejo, lista para la junta que había citado el rey en la sala de planificación.

¿Estoy invitada? ¡Claro que no! Pero como Aren sí, fingiré estar en todo el derecho para permanecer allí. Mentiré diciendo que en mi hogar me dejaban quedarme en las juntas de planificación de guerras, batallas, rescates, etcétera, porque era muy buena para dar consejos.

   Sentí cuando el turno de Amon terminó y el guardia que Aren me había mandado tomaba su puesto detrás de mi puerta porque el chico de cabello blanco y ojos claros se adentró a mi habitación con prisa y cautela.

—Espero sea sordo —pidió.

   Casi sonrío cuando lo ví a través del reflejo del espejo. Mientras pasaba mis dedos por mi oscuro cabello, miré a Amon a través del espejo, quien a su vez me miraba también.

—Me acosté con Aryon —escupí.

   Mi confesión era como decírsela a un cura. No podría revelar nada, pero podía juzgarme de todas las maneras conocidas. Así que no tenía opción, ni siquiera ocultándolo porque él lo sabría con el tiempo.

   Los ojos de Amon entornaron los míos. Sentí la necesidad de voltearme y verlo de frente, enfrentar cara a cara mis problemas al confesarlos, así que lo hice. Giré sobre mis talones, mi vestido y cabello moviéndose conmigo. Mis manos se movieron hacia delante, entrelazándose entre sí por los nervios de lo que podría hacer, decir o no decir.

   El chico de cabello blanco, más para un rubio, miró sobre su hombro, la puerta de salida. Tal vez se debatía en salir de allí para no verme la cara o...

—No le digas a Myles.

   Levanté la cabeza, tragando en seco, sin quitar mi vista de la suya.

—¿Por qué? —me atreví a preguntar.

—Porque tendrá más razones para enfrentarse a Aryon cuerpo a cuerpo en el campo de batalla. —La voz de Amon era fría, sin sentimiento de por medio o esa burla constante. Hablaba como un soldado preparado para matar.

   Luego entendí algo. Fruncí el entrecejo y me crucé de brazos.

—¿Campo de batalla?

   Cuando pregunté aquello, pude ver como Amon entrecerraba los ojos para verme mejor. Pude ver en su rostro un destello de molestia cuando pregunté eso. Y cuando me analizó de pies a cabeza con la mirada, casi filtrandola en mi cabeza, preguntó, con todo el esfuerzo del mundo:

—¿Por qué te acostaste con él?

   Levanté el mentón, proyectando que mi dignidad seguía intacta cuando dije:

—Para cerrar un trato.

—¿Qué trato?

—Trabajaré para él, con él.

Mayor Engaño © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora