Noticias inesperadas

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La madera pulida de la mesa tembló con el golpe seco de dos puños cayendo sobre ella; los objetos sobre esta se movieron un poco con el eco del impacto, y una copa dorada vacía cayó por la alfombra, rodando hasta llegar a los pies de la silla más cercana.

Los ojos rojos y brillantes como rubíes de quien había ocasionado tal cosa estaban llenos de ira, como un toro embravecido, aún con los puños sobre la mesa, mirando fijamente a quien le había dado la noticia más devastadora e inesperada que le pudieron haber dado a sus más de treinta años.

Nefarian esperaba que su hermano se retractara, que cumpliera con la promesa que se habían hecho uno al otro en sus días de infancia, hartos del miedo a lo que la corona significaba, pero no era así. En el fondo, sabía que su hermano mayor tenía razón, sin embargo, él no quería aceptarlo.

—¡No lo aceptaré! —Susurró amenazante, levantando una de sus manos con furia, señalando a quien portaba el título de Kral, su hermano mayor, Maximus.

—¡Sabes muy bien que no hay otra opción! —Respondió, sus ojos mostraban lo angustiado que estaba, una imagen que muy pocos habían visto del kral al que llamaban "el conquistador". Era verdad, ellos no tenían otra opción.

—¡No voy a permitir que Canaria sea arrastrada en todo esto!

—¡Desde el momento que la Gran Hermana culminó la ceremonia ella fue arrastrada a todo esto! —La paciencia del Kral era poca, y la tozudez de su hermano, a pesar de que tenía razón en estar molesto, culminó con ella. Entendía que Nefarian se sintiera traicionado, sin embargo, no tenían otra salida. —¿Prefieres que sea la iglesia quien se la lleve? ¿Qué esté atada a los conflictos internos de la religión?

—No... ¡No! —Nefarian empezó a caminar por la habitación, como un animal salvaje enjaulado. Sin duda, el poder de la iglesia, aunque no era el mismo que en la época de sus abuelos, todavía podía presionar para quitarle a Canaria. —¡Tu colocaste a Phoneira en donde está, haz algo para que calle!

—Phoneira no puede hacer nada si los disidentes lo saben, y Cleves vio lo que estaba en el libro. Es cuestión de tiempo para que se sepa, sin embargo, comprometerla con un príncipe haría que todas las pretensiones de la iglesia se esfumaran, ¡la mantendría a salvo de sus garras al menos hasta su mayoría de edad! Luego, ella puede elegir...

Nefarian miró a su hermano mayor con tristeza, con una mezcla de su ira y su impotencia. ¿De qué había servido derramar su sangre si las cosas, aunque habían cambiado, seguirían un curso tan cruento aún? Su hija se había salvado de la sangre de los krales, pero no de las bendiciones de unos dioses cuya iglesia estaba envuelta en las eternas batallas entre los dogmáticos y los reformistas; y es que a pesar de que éstos últimos habían ganado poder con la ascensión al trono de Maximus, Nefarian sabía que el poder de los dogmáticos en la sociedad en general seguía siendo fuerte.

—Te lo pido como hermano... —Suspiró, ya vencido; sabía que negarse por más tiempo sólo aplazaría las cosas. El mismo Maximus se había doblegado ante el peso de la corona y de los ideales que había enarbolado desde el momento que tomó posesión de trono, casándose con una mujer que no amaba, dejando atrás la promesa a la mujer que verdaderamente adoró y aún adoraba con todo su corazón. El deber, tarde o temprano, aplastaría a Canaria, pero Maximus prefería que ello fuese tarde, lo más tarde posible. Exigir a la niña bendita como futura emperatriz del imperio era lo único que la alejaría de convertirse en la santa de la iglesia, y la quitaría de la tormentosa relación entre los líderes de ésta.

—Para proteger a mi sobrina, por el amor que te tengo, ¡te lo ordeno como kral! Porque eres mi familia, Nefarian, ¡tu hija será emperatriz! —Como una sentencia de muerte, Nefarian escuchó las palabras de su kral, arrodillándose en un acto de aceptación.

Un villano puede salvar el mundo por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora