Memorias de una chica mundana

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Ella cerró los ojos, agotada por el cansancio a raíz de su trabajo duro. La pantalla frente a ella mostraba su arduo trabajo, el diseño de los personajes principales de un videojuego nuevo.

Había estado expectante, y como si la hubiese poseído algún espíritu del arte, ella dibujó y moldeó en los programas 3D su más grande obra hasta ese momento. Sin embargo, no midió sus límites.

¿Cuántos días pasó sin dormir, comiendo a medias y manteniéndose de pie con café frío y bebidas energéticas? Ciertamente su vida nunca había sido sana antes, con su exceso de peso y su sedentarismo, estaba consciente de que lo que hacía estaba mal, muy mal.

Pero no iba a tener otra oportunidad como esa en el estudio para el que trabajaba.

Los artistas conceptuales y diseñadores de personajes en la industria de videojuegos no eran populares, ni siquiera eran los mejores pagados. Hacerse un renombre como el que diseñó sólo la cubierta de todo aquel sistema destinado al entretenimiento de los consumidores era tan rentable como los que hacen la utilería en las películas.

Sin embargo, formar parte de un equipo de creación para un estudio de videojuegos como uno de sus titulares era algo que sólo te podía ocurrir una vez en la vida. Esa oportunidad de hacer su sueño realidad la empujó hasta los límites de su cuerpo.

No sabía cuántos días habían pasado desde la última vez que había dormido más de dos horas seguidas, de hecho, a esas alturas ni siquiera sabía cómo se llamaba. Sus ojos pesaban tanto, su cabeza dolía peor que con la resaca.

Pero al fin estaba listo.

Sólo debía dar el último guardado.

Pero sus ojos pesaban tanto, tanto... que lo único que vio frente a sí de un segundo a otro fue oscuridad.

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Despertó en un lugar desconocido. Envuelta en la bruma del sueño, algo en el piso llamó su atención. Era brillante, como nada de lo que había visto antes. Se sentía confusa y mareada, fuera de lugar, y cuando levantó los ojos para mirar alrededor, lo único que se presentó ante ella fue un rostro desconocido.

—Has despertado. —Dijo la persona extraña. Su rostro era muy hermoso, y su ropa era algo que ella nunca había visto, un estilo que sólo alguien amante del cosplay usaría, con mucha tela y cosas colgando.

—¿Dónd...? ¿Es la comiccon? —Preguntó, contrariada.

—No temas, outlander... esta vez, te daré un regalo antes de partir. —Continuó la persona extraña, ignorando lo que ella había preguntado; sin embargo, ella seguía confusa, apenas tratando de ponerse al día de lo que estaba pasando.

La cosplayer (o el cosplayer, ella nunca estaría segura de eso), se acercó, tratando de ayudarla a levantarse. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió ligera, como si todo su sobrepeso se hubiese ido.

—No cometeré el mismo error, esta vez te daré el regalo del recuerdo... Ve, outlander, y no olvides... —Y de pronto, lo que ella conocía como lo que era ella misma, pareció esfumarse en una bruma luminosa que la empujó, la empujó y la hizo sentirse vacía, plana, como un algo en lugar de un alguien. Y de nuevo, no supo en qué momento, olvidó qué es lo que era, y quién es lo que era.

No supo cuánto tiempo, pero estuvo encerrada en un lugar cálido y cómodo, flotando en una inmensidad irreconocible, oyendo voces ininteligibles. Sin saber qué era, sin reconocerse a sí misma, continuó allí hasta que, abruptamente, la expulsaron.

Y observó ese nuevo mundo al que había sido expulsada; sus pensamientos, pequeños y limitados por la nueva inmadurez de su yo actual, no iban más allá de lo inmediato. No tuvo por qué preguntarse lo que se había preguntado antes, no tuvo por qué tratar de recordar lo que ya había olvidado.

Un villano puede salvar el mundo por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora