SS1.- El corazón de una mujer derrotada. Dos años atrás.

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Cuando mi hijo nació, fui enviada al palacio regente del harem; en aquel momento, sola y desamparada, de alguna manera lo culpé, no obstante, sabía que yo era quien había fallado.

Estoy acostumbrada a que las personas que amo me traten fríamente, ya sea por una razón u otra. Mi querido Igfrid sabe lo que estaba planeando, así que irremediablemente me odia ahora, y sé que no importa si trato de congraciarme con él, no me perdonará. Es tan obstinado como yo.

Aún recuerdo sus ojos rojos, como los diamantes de sangre, fijos en mí cuando regresó de su pequeña primera incursión donde dijo que encontró a Tandred, realmente pensé que estaba siendo descuidado al confiarme sus secretos a pesar de que yo era claramente alguien que no podía denominar como su fiel aliada. Estaba tan equivocada, sus secretos no sólo estaban blindados, él guiaba a los sabuesos que estaban tras sus huellas a pistas falsas como si fuese un simple juego de niños.

La sala de té era la misma, nosotros sin duda éramos los mismos, cada uno con su corazón cerrado al otro y sus objetivos fijos en el horizonte, pero parece que mi corazón no era suficientemente fuerte. En realidad, ahora me doy cuenta, mi corazón nunca fue lo suficientemente fuerte. Llena de orgullo por mi casa, un orgullo artificial que no me fue suficiente para enfrentar a mis enemigos, que actuaron bajo las aguas oscuras de las sombras con mucha mayor presteza que yo, a quien se le llamaba "La Kralice de hierro".

Todo pasó en un instante. Mis doncellas no pudieron socorrerme debido al campo mágico que Igfrid puso alrededor de nosotros cuando fui apuñalada por él. La sorpresa, las preguntas arremolinándose en mi cabeza hicieron que me mareara, o quizá fue la magia propia de mi hijo sellando mi destino. Ahora no importa, en realidad, nunca importó. Fue tan libertador, como si siempre lo hubiese estado esperando.

Había sido una mala madre tratando de hacer fuerte al único vínculo que nos unía a Artheus y a mí, lo sabía y no me afectaba. Mi objetivo era colocarlo en una posición en la que nadie podría dañarlo, en la que incluso yo no podría tocarle con mi reputación ganada en las innumerables batallas de mi juventud.

Sin embargo, estaba consciente de que ninguna posición en este castillo blanco y frío era realmente segura. Ni siquiera el Kral estaba completamente seguro, rodeado de enemigos incluso en su habitación. ¿Qué es lo que quería para mi pequeño hijo? Tal vez, lo que realmente deseaba era alejarlo, llevarlo por un camino donde no le quedaría otra opción que exiliarse. Sí, quizá ese era mi objetivo en relidad, pero Igfrid no me lo permitió.

La sensación de la daga ardiente en mi pecho, los ojos fríos de Igfrid, me recordaron el día de su nacimiento. Yo había sido envenenada desde mucho antes, sin darme cuenta de lo que pasaba hasta que ya era muy tarde, y los dolores del parto eran tan insoportables... sin poder tomar medicamento mágico alguno para darle a luz, tuve que tragarme todo eso y esperar a mi inminente muerte.

Había sido una estúpida, confiando mi seguridad en mi nombre adorado y odiado en partes iguales, en mi reputación como líder de la casa Von Eastrid, sin saber que la traición se anidaba en esa misma casa que no quise soltar, en un deseo de un hermano podrido que envidaba los logros de una hermana estúpida que confiaba en sus lazos de sangre. ¡Ah...! ¿Qué tan idiota fui en ese entonces, que creía que lo tenía todo en la seguridad de una familia que se había acostumbrado a la inmunidad y el poder? No debí de haber confiado tanto, no debí de haber abierto mis manos a la única línea de sangre directa que todavía tenía en la casa Von Eastrid. Incluso mi padre había desconfiado de él, no obstante, los recuerdos de la temprana infancia a su lado ganaron la partida a pesar de las dudas que bien pudieron presentarse.

Un villano puede salvar el mundo por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora