3

1.3K 115 1
                                    

—¿Hoy?—pregunté desde el sofá resoplando.

Mi hermano mayor parecía estar ocupado en la mesa del salón asegurándose de algunos precios.

—Sí, una entrega de armas en una de las calles de Seul, iréis tú y Noah porque debo ir a ver unas cosas con Ashley.

Di unas patadas al sofá y me incorporé para ver la hora que el otro sofá no me dejaba ver anteriormente. No eran ni las cuatro de la tarde y ya quería que hiciera cosas. Me levanté de allí susurrando lo mandón que era mi hermano mayor. Subí las escaleras y llamé a la puerta de Noah. Este salió con el pelo mojado, se acabaría de duchar en el baño de su habitación.

—Tenemos trabajo a las seis, encuérate—dije refiriéndome a que se cambiara de ropa.

Este me guiñó el ojo y se quitó la camiseta frente a mí. Trabajado cuerpo tenía mi hermano, pero igualmente eso no provocaría nada en mí por el hecho de ser hermanos y de verlo casi todos los días así en la piscina.

—Iré a cambiarme, habla con Lucas para que te diga el lugar, destinatario y todo.

Entré a mi habitación silbando y me acerqué al armario para sacar toda la ropa negra que podía ponerme. Entré al baño con sudadera, pantalón y gorra en mano. Me duché escuchando las canciones de mi playlist de Disney y salí gritando: "Seré más raudo que un río bravo", canción de Mulan que me fascinaba.

Me coloqué el cubrebocas y me eché en el sofá mirando al techo. Noah hablaba colocándose la chaqueta con Lucas.

—Pereza, ¿verdad?

Asentí al ver a Ashley frente a mí sonriente. Se sentó a mi lado observando a los dos hombres hablar y reír.

—Ten cuidado, tengo un mal presentimiento—dijo mirando la hora en su teléfono, eran las cinco y cuarto.

—No moriré sin cerrarle la boca a papá, te lo juro—dije levantándome de un salto—¡Noah nos largamos!

—¡Voy!

Salimos con las llaves del coche deportivo de Lucas. Nos acercamos a este y me aseguré de tener las dos cajas de armas en el pequeño maletero. Asentí satisfecha al verlas ahí y entré al coche lista para conducir.

—Vamos a ello—dijo sonriente mi hermano.

Se colocó unas gafas de sol y negué riendo ante su acción. Arranqué y me metí a la carretera para dirigirme a aquella concurrida calle de la ciudad.

Sonreí bajo el cubrebocas al escuchar al comprador decir que eran de muy buena calidad. Claro que eran buenas, eran de la policía y me las proporcionaba mi querido amigo Eric. Persona que me había enviado los vídeos de las cámaras que vieron la camioneta.

—¿Satisfecho?—pregunté mirando el amplio callejón de una zona algo abandonada de la ciudad.

Cuando nos encontramos anduvimos unas calles hasta la localización actual.

—Aquí tiene—dijo sacando un buen fajo de dinero.

—Mira lo que me acabo de encontrar, Hyung.

Miré sobre nosotros, en el segundo piso del edificio sobre mí había una cabeza sobresaliendo mirándonos. Llevaba cubrebocas y el pelo de un rubio casi blanco. Maldije agarrando la pasta de un tirón y metiéndola en mi bolsillo.

—Oh, ¿No serán los Jung?

Otra cabeza se asomó en el edificio de enfrente en el mismo piso que el otro. Mi hermano susurró que debíamos irnos cuanto antes si no queríamos problemas.

—Ve yendo tú—dije dándole el dinero discretamente.

—¿Quiénes sois?—grité al ver como mi hermano se iba del callejón.

—BTS, ¿Sorprendida, linda?

Mierda, no pensé en encontrármelos y estar en tal desventaja. Miré a mi alrededor, agarré una de las pistolas cargadas de la caja frente a mí. En cuanto levanté la pistola un disparo en mi hombro izquierdo alarmó a mis clientes. Estos agarraron sus armas y salieron huyendo dejándome ahí inmóvil.

—No te muevas, o la próxima irá a la caja torácica.

Maldije por vigésima vez en ese día y levanté la vista hacia ellos.

—No sabía que había mujeres—dijo el rubio bajando por una tubería con facilidad.

—Yo tampoco, habrá que comentárselo a RM. Es información después de todo.

—¿Queréis algo?—dije entre dientes, el dolor del brazo me estaba matando.

—¿No bastó con quemar vuestra casa? Queremos que nos dejéis la zona y para ello no me importaría matar a una de sus hijas—contestó el rubio riendo ligeramente.

¿La zona? Seoul era nuestro desde la generación anterior a la de mi padre ya sí se iba a quedar. No pensaba dejar que se salieran con la suya solo por un disparo y una amenaza. Reí amargamente y soplé para quitar el mechón de pelo que caía por mi frente.

—Buen intento—dije apoyándome en la pared—A mi padre no le importará si me matáis o lo que queráis. Le haríais un favor.

Ambos se miraron confusos. Un par de segundos después se escuchó un coche cerca y ambos mo dudaron en disparar de nuevo a mi brazo y salir corriendo. Un minuto después mi hermano apareció y me levantó entre sus brazos.

—¡Estás loca! No debí irme—dijo llevándome apresurado al coche.

—Si no te hubieras ido seríamos dos muertos ahí en medio—dije riendo.

Me quejé del dolor cuando me sentó en el asiento del coche.

—No tengo carnet, espero que no me paren—dijo arrancando el coche para llevarme con urgencia de vuelta a la mansión.

Unos guardias me sacaron del coche y me llevaron apresurados a la enfermería de la mansión. La sangre seguía saliendo a pesar de la presión que hacía en la zona. La lágrimas amenazaban con salir, dolía un infierno.

—Dejadla aquí, yo me encargo—dijo el médico poniéndose unos guantes.

Miraba aburrida el techo, ya me habían vendado y curado las heridas de balas del brazo izquierdo. Mi hermano menor tuvo que volver a reunirse con el cliente tras aquel accidente, Ashley y Lucas seguían en casa de mi padre y yo ahí: sola, aburrida y herida. No solo físicamente sino que también mi orgullo, ¡Odiaba a BTS! El querer atraparlos se había vuelto una meta personal.

—¿Qué hora es?—pregunté en alto al no poder levantarme de la cama por el dolor del brazo.

—Las nueve y cuarto, tu hora de secuestro, bonita.

Pride - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora