Epílogo

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Iba a recoger el pedido que Jungkook hizo en la pizzería de la plaza. Supuestamente era uno de mis pocos días libres al mes, debía estar en la cama o simplemente no haciendo nada, pero como Jungkook tenía reunión online me tocó hacer sus dos tareas de hoy: ir a por los niños al colegio y recoger la comida. Fui andando, hacia buen día, perfecto para una chaquetita y pasear, por lo que anduve hasta el colegio a dos calles y bajé a la plaza con ellos.

Les indiqué que esperaran, ya estaban mayorcitos para quedarse quietos unos segundos; o eso pensaba.

—Sungwoo, te dije que esperaras con tu hermana en la silla—dije sujetando la puerta para que salieran de la pizzería.

La plaza estaba realmente transcurrida, seguramente porque era Viernes. Bufé pensando en el trabajo que me tocaría hacer mañana por la misma razón; ¿Por qué elegir encargarme de la plaza junto a Jungkook y Jimin?

—Mamá, Saengbyul apostó uno de sus porciones de pizza a que no me atrevía a saludar a aquel hombre y decirle que su barba le quedaba mal.

Sungwoo era un chico de once años bastante lindo. Era relativamente tranquilo. Sus facciones me recordaban mucho a las de Jungkook; era el menor de los dos.

Miré a la pequeña Saengbyul y esta me sonreí inocente, se acababa de delatar como siempre; sus expresiones eran exactamente las mismas que las mías y por eso reconocía cada emoción y acto suyo. Bufé negando varias veces con las pizzas en las manos, esos dos chicos eran el fruto de dos idiotas que se les olvidó que tener hijos era una tortura.

El día en que me puse un vestido blanco y me casé con el idiota de Jungkook tenía veinte años, casi recién cumplidos. Mi hermana y Namjoon aún estaban  comenzando su relación pero igualmente bailaron juntos en el baile y yo fui testigo de halagos, roces y algún beso . En la noche tuvimos un pequeño problema por así decirlo mafioso en el que Jungkook acabó herido de bala, pero como podéis suponer ese chico estaba como nuevo en estos momentos; cada vez que contaba la historia se llamaba a sí mismo inmortal... había cosas que no cambiarían nunca, una de ellas la media neurona de mi hombre.

Acabé embarazada en la luna de miel en Europa, específicamente en las playas de Cádiz, España. Jungkook aprovechó el viaje para negociar allí discretamente, ahora teníamos compradores en Europa y al parecer muy fieles a nosotros. Volviendo al tema, mellizos, Sungwoo y Saengbyul. Dos pequeños de ojos grandes como yo y con labios finos como los de Jungkook.

Al principio era un gran caos. Eran revoltosos, para nada obedientes y se dedicaban a desesperarnos todos los días. Taehyung hacía de niñera de vez en cuando y en cuanto a Suga...era el tío favorito y no porque durmiera, sino porque les consentía día si y día también.

Jungkook se la pasaba trabajando en casa aunque puntualmente debía ir a la empresa de Jin a solucionar algunas cosas, ahora su trabajo pasó a ser la plaza y la venta de armas con ayuda de Jimin; yo em cambio me dediqué a la plaza, concretamente a los negocios de comida como la cafetería o la pizzería a la que acababa de ir, también ayudaba a Jin con el diseño de sus muebles.

Jungkook y yo salíamos solos un finde al mes. A veces viajábamos otras simplemente acabábamos en un hotel como adolescentes hormonales.

—¿Papá está ya en casa?—preguntó Saengbyul moviendo su mano entrelazada con la de su hermano, asentí sonriente.

Ambos ya tenían once años, sabían de nuestro negocio y sobre todo que no debían contárselo a nadie; eran inteligentes. En el colegio decían que éramos policías, una linda historia que se inventaron y tenía que seguir cada vez que encontraba a una de las madres o padres de los compañeros de los pequeños.

Pride - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora