Epílogo

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Sentados a una de las mesas de un restaurante de comida rápida, Claire, Leon, Rebecca y Chris, reían alegremente, por una payasada que el moreno acababa de hacer. Aquella tarde, los cuatro mostraban un ánimo ligero, divertido, como si nada existiese, excepto su maravillosa compañía mutua. Habían ido al cine del centro comercial a ver una película de aventuras que a ambas mujeres encantó. Aunque a ellos no les había parecido gran cosa, a decir verdad. Aún así, todos se habían divertido. Leon mantenía a Claire abrazada por los hombros, y Chris tenía a Rebecca cogida de la mano por debajo de la mesa.

—¿Jefe? —escucharon la voz sorprendida de un hombre, que interrumpió sus risas.

Sin embargo, eran cuatro pares de ojos, los que los observaban, ciertamente sorprendidos.

Leon, reconociendo la voz a la perfección, se giró hacia el hombre que aún lo observaba y lo miró, con una sonrisa divertida.

—Hola, Nathan. Y Patrick, y Anna, y Pierce —saludó a los cuatro con un gesto amistoso de la mano.

—¿Qué haces aquí? —el hombretón preguntó, como si no fuera capaz de creer lo que estaba viendo.

—Ah... Muy bonito, muy bonito... Me estás queriendo decir que vosotros cuatro sí que podéis correros una juerga. Pero en cambio yo, no —bromeó, sonriente.

—No es eso. Es sólo que no te imaginaba comportándote como una persona normal.

Pierce le dio un codazo en las costillas, obligándolo a callar, para que no siguiera metiendo la pata.

Al ver ese gesto, Chris soltó una carcajada, divertido. Y las cuatro miradas se centraron en él, aún más alucinadas.

—¿Eso es una katana? —Claire preguntó a Anna, de pronto, observando aquello que la mujer llevaba colgado a la espalda mediante una correa.

Por toda respuesta, la agente se la ofreció. Y la pelirroja la sostuvo en sus manos, observándola con reverencia, encantada.

—La he comprado en una nueva tienda de armamento de época que acaban de inaugurar, aquí al lado —Anna explicó, orgullosa de su compra.

—¿En serio? —Rebecca se unió a la conversación—. Me fascinan las katanas...

—Y a mí... —Claire se sumó a ella—. ¿Nos puedes decir dónde se encuentra, exactamente, esa nueva tienda? —pidió a Anna, entusiasmada.

—¿Y qué tal, si os llevo? Si al jefe no le importa, por supuesto —pidió permiso a Leon, también con la mirada.

Y él le devolvió otra sonriente.

—Aquí, yo no soy el jefe. ¿Entendido?

—Sí, jefe —respondió, con voz sumisa.

Y los demás rieron por la broma.

Decididas, Claire y Rebecca se pusieron en pie. Y pronto, las tres mujeres se internaron en el centro comercial.

—Tomad asiento —Chris ofreció a los tres hombres, con un gesto de la mano—. Me temo que esto va para largo. Esas tres dan un miedo...

—Y que lo digas —Leon lo apoyó, silbando por lo bajo.

—Ve haciendo un sitio en tu casa, para una katana —el moreno dijo a su cuñado, medio en broma medio en serio.

—Bueno. Vamos a la barra a pedir la comida y ahora volvemos —Patrick recordó a sus dos compañeros—. Todavía no habíamos pedido nada, cuando os hemos visto y hemos venido a saludar.

Nathan y Pierce asintieron. Y los tres se fueron a encargar sus menús.

Cuando Leon y Chris se hubieron quedado a solas, el jefe de la D.S.O. clavó una mirada severa en el comandante de la B.S.A.A.

—Phoenix Expanse, son las dos únicas palabras que le hemos podido sacar —afirmó, muy serio—. ¿Te suenan?

Al escucharlas, Chris palideció, eliminando la alegría de su rostro por completo.

—Joder, que si me suenan. Esto no presagia nada bueno, Leon —auguró, con voz sombría.

Los dos hombres se miraron en silencio y, por acuerdo tácito, decidieron actuar como si aquella conversación jamás hubiera sucedido. Tenían claro que, al menos por aquella tarde, nada enturbiaría la alegría de sus dos preciosas diosas.


☆꧁RESIDENT EVIL - SACRIFICIO꧂☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora