Capítulo XVII

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   La esfera de luz creada por la reina había acompañado a los hermanos Vonzepp en su regreso al cuartel. Alan se conformó con la tímida chispa azul de su naipe de tréboles. Un hechizo simple y seguro, pensó, comparado con el poder invocado por Maud Zalaty. No le había pasado desapercibido el notorio cambio en la nóckut.

   "Debe de ser un prodigio inducido por Exan Deil", se dijo.

   No tuvo que alejarse mucho de la zona en la que yacían desparramados los restos del globo de Sannikov para encontrar a su compañero de armas. Los robles y los matorrales dieron paso a un nuevo claro de blancos abedules, y bajo un nogal solitario reconoció la silueta del Cazador.

   ―Conque aquí estabas. ―Avanzó hacia Exan.

   ―Alan, no...

   Demasiado tarde: un crujido seguido de algo sólido rompiéndose bajo su bota alertó a Alan de que debía retroceder.

   ―¿Pero qué demonios he pisado? ―dijo, saltando a un lado.

   ―Los huesos de Lucien Sannikov ―explicó Exan―. El infeliz debió de arrastrarse hasta aquí antes de morir por las heridas de la caída.

   Conteniendo un escalofrío, Alan se acuclilló junto a los huesos resplandecientes entre la tierra y las raíces del nogal, y acercó el naipe que aún conservaba como fuente de luz. En su descuido, había terminado de desintegrar parte de las costillas de un esqueleto completo, pero no alcanzó a tocar la estaca plateada que sobresalía del esternón.

   ―Para haber pasado veinte años ―dijo, apartándose del cadáver―, estos huesos se conservan bastante bien. La intemperie y las alimañas fueron benignas con los restos de este desafortunado explorador. Bonita estaca, Exan. Ya quisiera tener una igual.

   Deil resopló y marchó en un ida y vuelta cerca de él.

   ―Es una estaca de plata y jaspe negro ―dijo―, creada a partir de la empuñadura de Maud y de las cápsulas que le encargué fabricar a Vonzepp. La plata es eficiente contra las hibridaciones lupinas: los serpen-volks, por ejemplo. El jaspe negro le añade la cualidad de debilitar la energía demoníaca. ―Señaló la estaca―. La esencia de Asmódey estaba ligada al cuerpo y al espíritu de Sannikov, así como a sus pertenencias. Por eso pudo adoptar su apariencia, lo que incluso le permitió entrar una vez a la aldea.

   Alan asintió, pensativo. Glimmer había revelado esa misteriosa reunión entre la reina y el supuesto brujo sanador con máscara, ocurrida en la víspera al primer ataque de los serpen-volks.

   Exan retomó la exposición:

   ―Asmódey se valió de la obsesión del explorador hacia las guerreras nóckuts para alimentar su propio espíritu y convertir este bosque en su refugio.

   Los demonios se alimentan de la energía humana. Alan lo recordaba bien: las emociones, positivas o negativas, podían convertirse en un arma para el enemigo.

   ―¿Y necesitabas a una niña con la capacidad de crear un arma como esta? ―dijo Alan, señalando el colmillo de plata y jaspe que asomaba entre los huesos.

   ―Para ti es sencillo ver las cosas por su lado práctico, Alan Valken. Yo conozco a Asmódey, y lo peor que podía sucederle a ese necio era ser humillado y sometido por una mujer y una niña. Además, hay algo trascendental en todo esto. Algo que percibo pero que no logro discernir completamente. ¿Qué significado podría tener el vínculo entre una nóckut y una humana?

   ―Asmódey no solo entró a la aldea ―dijo Alan―. También se presentó en Vodián. ¿Recuerdas que en nuestro albergue los administradores te confundieron con él?

Sangre nóckut - Arco 3: En tierra de guerreras -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora