Era el último telegrama que Devnus leería ese día. Lo juró en nombre del Todopoderoso y de todos los dioses del Reino Extinto que lo precedieron.
―¡Basta! ―dijo, y con un puñetazo sobre el escritorio dejó la oficina de Comunicaciones―. Esos patanes que se las dan de policías no hacen más que enviarnos mensajes recordándonos lo mismo, ¡siempre lo mismo!
Resopló. ¿Cuántas veces más debía responder con el engaño de que no había novedades sobre el paradero de Kolenka Vonzepp? Hasta que recibieran alguna señal del grupo de Deil, ni él ni ninguno de los agentes de la delegación de Guardianes debía revelar el destino de la chica. Y al lento transcurrir de las horas lo acompañaban las preguntas y repreguntas sobre el par de agentes llegados hacía poco de Ribinska. Para despistar a los policías, Devnus se había visto obligado a borronear las firmas de Rynfer y Valken en el registro de la delegación con una oportuna mancha de glotkava. Pese a todo, siempre resultaba menos agobiante recibir telegrama tras telegrama y responder con evasivas, que tener a esos policías pavoneándose por la delegación.
Cuando Devnus salió al vestíbulo, el Guardián de turno, cómodamente repantigado en el sillón junto a la chimenea, alzó las cejas y dio un sorbo a su glotkava.
―¿Cuánto suelen demorar esos compañeros tuyos que recibimos hace un par de días? ―le preguntó.
―En sus misiones individuales, una semana, un poco más o un poco menos según la dificultad del asunto o la urgencia de Exan Deil. ―Devnus iba y venía por la habitación, se detuvo junto a la ventana y resopló antes de retomar la marcha―. Si Alan Valken y Voryanda Rynfer no entran por esa puerta ahora mismo, juro que saldré a la calle y sacudiré al primer policía que se cruce ante mí.
―Exageras, Dev ―le dijo el otro―. No regresarán tan pronto, por más fama que porte ese Deil.
La campanilla de la oficina contigua les indicó la recepción de un nuevo telegrama. Devnus gruñó con los puños al techo, en dos zancadas cruzó el vestíbulo y abrió la puerta que daba a la calle.
―¡Devnus! ―La sonrisa de Valken desapareció en cuanto Devnus dio un paso atrás y entró al Buscador casi a rastras.
―¡Al fin! ―dijo Devnus―. Parece que los hubieran traído hasta aquí los demonios chismosos que habrán oído mis lamentos. ¡Voryanda, rápido! Entra a esos dos, déjame a mí el equipaje.
Cerró la puerta, y comprobó que el par de muchachos encapuchados, con antiparras y pañuelo cubriéndoles la cara eran los hermanos Vonzepp.
―¿Pero qué manera de recibirnos es esta, pedazo de bruto? ―Alan se alisó la gabardina―. Koli y Gávril están bien, deja de estudiarlos como si fuesen potros en venta.
―¿La señorita Vonzepp está perfectamente bien? ―preguntó Devnus.
―S-sí, señor Guardián ―respondió la chica. Se desprendió la capa de viaje y se calzó en la frente las antiparras―. Sospecho que la policía de la ciudad está buscándome desde que nos fuimos.
―Y no te imaginas cómo ―dijo Devnus entre dientes―. ¿Cómo llegaron? Es un milagro que ningún agente de la policía los detuviera.
―Lo último que la policía vio de nosotros fue un auto acelerando hacia el norte ―le recordó Alan―. Si alguien reparó hoy a nuestra llegada, habrá visto a cuatro jinetes en tres caballos. Y nadie nos detuvo para averiguar quiénes eran estos cuatro encapuchados. La policía de Vodián aprendería bastante con una temporada en el Centro de Ribinska.
El otro Guardián soltó una risita que demostró su acuerdo con la opinión de Valken.
―¿Y los caballos con que llegaron? ―indagó Devnus.
ESTÁS LEYENDO
Sangre nóckut - Arco 3: En tierra de guerreras -
Fantasy⚔️ Alan Valken y Voryanda Rynfer se trasladarán a la ventosa ciudad de Vodián, donde conocerán a una niña con poderes de médium. Un mensaje desde el más allá los alertará sobre una amenaza que asedia a un pueblo custodiado por legendarias amazonas...