Capítulo VIII

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   Alan se acodó en el balcón y contempló las estrellas en la superficie del lago: un espejo púrpura bajo la luna orlada de nubes.

   La habitación que compartían los Vonzepp no podía ser más arrebatadora, con sus ornamentos simulando hojas y flores en cada rincón donde mirase, y las cintas púrpuras y doradas agitándose con la brisa nocturna. Nada que ver con la fría funcionalidad de los barracones del Centro de Ribinska.

   ―¿Qué es lo que estamos esperando? ―dijo Valken a la noche. Reconoció junto a él la silueta de Voryanda―. Cuándo llegará esa vidente que nos mencionó Glimmer.

   ―Llegará. ―Con las manos sobre la barandilla, la nóckut se inclinó hacia la oscuridad que los separaba de los robles, a metros bajo ellos―. Al menos recuperaste tus armas.

   Vony paseó un dedo por la guarnición de la espada de Alan, él trató de atraparle la mano, pero la nóckut se apartó a tiempo con una sonrisa. ¿Estaba jugando con él?

   ―Koli tenía razón ―dijo Alan, en voz baja―. Tú eres más hermosa que cualquiera de esas guerreras de oro.

   ―Concéntrate en la misión, Alan Valken.

   Alan resopló. No había cabalgado durante media jornada para servir de niñero de dos adolescentes.

   Koli y Gávril dormían en un extremo de la habitación, cada uno en un catre y bajo la protección de unas misteriosas hierbas que colgaban del techo. Habían pasado con éxito su primera cabalgata por aquel paso entre las montañas, flanqueado por los dólmenes con runas que el Cazador solía usar para acortar distancias dentro y fuera de la región. El inesperado encuentro con la avanzadilla de lanceras fue la segunda prueba que debieron enfrentar, pero la presencia de Voryanda Rynfer había evitado cualquier posibilidad de conflicto.

   Y ahora, ¿qué clase de prueba estaría atravesando Exan Deil? Alan le había pedido a Voryanda su opinión, pero la nóckut no quiso arriesgar teorías.

   Koli giró en la cama, abrió los ojos, y se levantó de un salto y corrió hasta Voryanda.

   ―Ya me siento mejor ―dijo la chica―. Oye, Voryanda. Estaba pensando... ¿Hay otras piedras mágicas en la región, como aquellas que nos trajeron aquí? Cruzar bajo esas runas y aparecer en otro sitio... ¿Quién lo hubiera creído?

   ―Esas piedras son dólmenes que actúan como portales ―explicó Vony―. Los pocos monumentos megalíticos de esa clase que existen en la región solo los conoce nuestro compañero Cazador.

   Koli se cruzó de brazos y se sentó entre los almohadones dispersos en un rincón.

   ―Ese Cazador ―dijo, y siguió en un murmullo―. Voryanda, el señor Deil me da miedo. ¿Tú confías en él?

   ―Exan fue quien completó mi entrenamiento como nóckut, Koli. Confío en mi maestro.

   ―¿Cómo es posible? ¿Entrenarte como nóckut sin ser él uno de ellos?

   ―Buen punto ―intervino Alan. Y debió soportar la mirada gélida de Rynfer―. Acéptalo, Vony. Koli tiene razón: sobran motivos para desconfiar, hasta cierto punto, de nuestro Cazador.

   ―No puedo creer lo que estoy oyendo. ―Voryanda sacudió la cabeza―. Alan, es tu mentor. Sé que arriesgaste tu vida más de una vez durante las cacerías que compartieron. ¿Y ahora te planteas si debemos confiar o no en él?

   ―Sé a qué te refieres: el beneficio de sus acciones para los ciudadanos. Eso es lo que ve la mayoría, pero hay quienes vemos más allá de esa fachada de altruismo. Por lo que dices, no conoces la faceta más oscura de tu amado maestro.

Sangre nóckut - Arco 3: En tierra de guerreras -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora