Capítulo XXII

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Páramo del Pozo Infernal, en el Inframundo

   El cabo de la guadaña golpeó la piedra roja y negra del suelo.

   ―¡Eres un inútil! ―chilló la Sibila.

   Hecho un ovillo a los pies de la diablesa, Asmódey reunió fuerzas y se incorporó hasta quedar de rodillas. Atontado por los golpes de la Sibila, aún le escocían las cicatrices que le habían dejado los grilletes de jaspe negro y plata. Algo a su favor tenía haber regresado vivo a su mundo: gracias al poder de los nigromantes del Reino Infernal, había recuperado su apariencia humana. Incluso le regresaron la vista, que le había arrebatado Exan con el cuchillo de plata, y hasta había conseguido un par de lentes tintados ―no de jaspe negro, por supuesto― semejantes a los de su hermano. Pese a la reprobación de sus condiscípulos, le gustaba vestir como los mortales.

   Ahora, sin los lentes tras la paliza de la Sibila, alzó la mirada frente a él, entre la bruma rojiza de aquel páramo siempre nocturno y carente de estrellas. La esbeltez fibrosa de la diablesa, apenas cubierta con una túnica oscura, lo llevó a anhelar el armonioso cuerpo de Maud y el bello rostro de Voryanda Rynfer. ¿Por qué había aceptado él, una vez más, salir del Pozo para ir en busca de aquel libro de profecías? Todo había sido un error desde el principio. Aquello solo le había traído momentos de disfrute, no podía negarlo, pero también finales dolorosos y humillantes.

   ―Te envío de paseo con una misión ―siguió diciendo la Sibila―, y pierdes el tiempo deleitándote con guerreras nóckuts. ¡Debías volver con el Libro de los Revelamientos!

   ―¡Escúchame de una vez, Morgana! ―Asmódey bajó la cabeza, pero la patada nunca llegó. Todavía de rodillas, volvió a erguirse―: No soy el único que sabe del potencial de los conocimientos asentados en ese libro. Nuestro hermano ya sabe del actual paradero de la reliquia...

   ―¡... y lo sabe por ti! ―gritó Morgana―. ¡Porque eres débil! ¡Débil e inútil! ¿Qué te sucede, Asmódeo, que ya no ríes como haces siempre que no tienes nada inteligente para decir?

   Aferró la guadaña a dos manos y acercó el filo de la cuchilla a la garganta de Asmódey.

   ―¿Otra vez no te decides, hermana? ―Asmódey mostró los dientes―. Vamos, córtame la cabeza de una vez.

   Los ojos oscuros de Morgana se convirtieron en dos ranuras brillantes y rojas, y él no supo si reflejaban los fuegos imperecederos del Páramo Infernal donde se hallaban, o la ira que bullía dentro de la Sibila. Morgana bajó la guadaña, la mirada recuperó la sombra habitual, y le extendió la mano. ¿Esta arpía pretendía ayudarlo a levantarse? Asmódey estaba convencido de que, apenas le tomara la mano, la muy bruja le partiría el brazo en dos.

   Se levantó por su propia cuenta, tragándose el dolor y tambaleándose. Aquellos grilletes de plata y jaspe le habían debilitado los músculos como no recordaba antes, comparables incluso con la paliza que Morgana le había propinado mientras yacía encadenado en el Pozo Infernal.

   ―¿Quieres volver allí? ―Con el pulgar, Morgana señaló el infinito abismo circular y humeante, a metros detrás de ella―. Siempre hay lugar para uno más.

   Asmódey recogió del suelo sus lentes tintados y se los calzó en la nariz. Sacudió la cabeza en un evidente gesto negativo.

   ―¿Qué quieres que haga esta vez? ―dijo con desgana―. Tu perseverancia es admirable, querida hermana.

   La Sibila dejó caer los hombros.

   ―Ay, Asmódeo, Asmódeo. ¿Crees que me daré por vencida, que desistiré de conseguir las reliquias dispersas en el mundo de los mortales? Son tesoros, hermano, nuestro botín de guerra. ―La voz de Morgana se había convertido en un murmullo monótono y amenazante―. Después de la traición de Exan, no permitiré que aquellas reliquias sean aprovechadas por esos mortales débiles y corruptibles. Y tampoco permitiré perder a otro de mis hermanos. ―Pasó una larga uña por la mandíbula de Asmódey―. Cuéntame más de esa reina nóckut de la que me hablaste ya, el ángel de fuego. ¿Qué sabes de sus aliados?

Sangre nóckut - Arco 3: En tierra de guerreras -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora