Me quedaba un asunto pendiente en Varsovia, y aunque Aurora quiso acompañarme, entendió que deseara hacerlo solo.
Mientras estuve interno en el Hospital había meditado en ello, preparándome psicológicamente porque sabía que era mi deber. Pero no dejaba de ser complicado volverme a enfrentar a los ojos que estaba más que convencido, poseían ese color esmeralda; tan divinos que no se encuentra otro par igual en el mundo.
Cuando me adentré al sitio se me removieron las tripas reparando en lo deteriorado que se veía y las miradas suplicantes que se me clavaron. Parecían más que niños, viejos empequeñecidos. Con la moral lacerada, su voluntad destruida y el espíritu quebrantado. No era secreto que muchos habían sido víctimas de abusos sexuales en las calles, testigos de las masacres hacia sus familiares y otros tantos recogidos de alcantarillas. El miedo y recelo que se percibía en sus ojos era producto del abandono de suerte que habían vivido. Estos pequeños tenían derecho a una vida mejor y la guerra se las había arrebatado.
Una estaca caústica se me hundió en lo profundo del corazón.
Tenía un solo objetivo y aunque deseara repartir felicidad y esperanzas en esos rostros desesperados, no estaba en mi poder acabar con todas las desgracias del planeta. Dejé de pensar lo que sería de las criaturas cuando llegara agosto y el alzamiento de Varsovia tuviera lugar. Me enfoqué en la mujer que se debatía con cuatro infantes halando su delantar por comida.
—Disculpe, soy Dušan Sever.
—Sí señor Sever, lo esperábamos —logró articular entre las quejas continuas de los pequeños—. Por favor pase por el pasillo hasta la última habitación dónde están los más pequeños.
Recorrí el respectivo pasillo tocando la puerta del final. Una señora de la mediana edad con bebé en brazos abrió la misma indicándome que pasara. Detallé todas las camas sin pintura de hierro oxidado, las sábanas desgastadas y algunas con remiendos.
—¿Dušan Sever?
Asentí.
—Por acá.
Caminé detrás de ella en silencio. Las criaturas dormían plácidamente como si el continente alrededor no se estuviese cayendo a pedazos. Así dormidos, sin ninguna preocupación en sus pequeñas cabecitas, resultaban dignos de envidia. ¿Qué yugoslavo no desearía dormir a plena luz del día ignorando la guerra que cada vez se volvía más sangrienta?
Cuando hube llegado al rincón que doblaba en forma de ele la vi, era imposible no notar la única beba despierta de la habitación. Una muchacha intentaba cantarle una canción de cuna pero su coronilla poseyente de rizos dorados se movía inquieta a todas partes gorgojeando en su propio dialecto. Bastó que me colocara frente a ella para atrapar su atención. Los ojos esmeraldas me excudriñaron curiosos y cuando hubo acabado su reparación de confianza se tiró a mis brazos sin dejar de farfullar.
—Parece que le gusta —dijo la mujer que la había estado tratando de dormir sin resultado.
—Sí, parece. —Acaricié sus cabellos.
—Eso facilitará el proceso de adopción —anunció la señora de mediana edad.
—¡Hola pequeño ángel! —le hablé— ¿Cómo te llamas?
La nena sonrió de forma adorable mostrando los hoyuelos que tantas veces me enloquecieron en el pasado. Era idéntica a su madre.
—Su madre no llegó a nombrarla —aclaró la señora— Y aquí en el orfanato todos le decimos Zielony¹.
—Pues Zielony será —Tomé sus manitos para balancearla—. Le queda perfecto.
Hice todo lo correspondiente luego y allí mismo gestioné para darle mi apellido a la niña. Estaba seguro que Aurora la amaría pues era hábil cuando de infantes se trataba, y poseía la dulzura necesaria para criarla como la dama distinguida que pretendía formar.
—¿Señor Dušan?
Me detuvo una voz ligeramente conocida cuando me marchaba de aquel deprimente sitio.
Me volteé atónito por encontrarme al niño que dos años antes compartió conmigo y su madre el tren que partía de Viena. Estaba golpeado en los brazos y mostraba un moretón en el ojo derecho. Lucía más delgado que en nuestro primer encuentro y evidentemente había crecido unos centímetros.
—¡Luka! —Le devolví el abrazo cuando se arrojó a mi pecho—. Me alegra mucho verte.
—Ahora estoy solo señor Dušan. —Se limpió una lagrimilla antes que rozara su nariz— Mamá ella... ella...
—Tranquilo Luka —calmé apoyando una mano en su hombro.
—¿Ha venido a por Zielony? —Señaló la hija de Karolina que cargaba.
—¿La conoces?
—Todos en el orfanato. Es la que más alto llora cuando tiene hambre.
—Oh ja, ja, muy mal para tus oídos ¿verdad?
—La verdad no. —Se encogió de hombros—. La nana nos dice que es porque tiene pulmones sanos y fuertes.
—Eso es cierto. —Besé la cabeza de la nena.
—Tiene mucha suerte de tener a partir de ahora un papá como usted. Prométame que no se irá a la guerra de nuevo señor Dušan y la dejará sola como hizo mi padre.
—Tranquilo Luka, nos iremos muy lejos de aquí.
En ese momento, la mujer que me había recibido en un principio dio el llamado que los huérfanos fueran al comedor para repartir la porción de esa hora. Luka se despidió contristado de Zielony y de mí, y nos dio la espalda para subir la escalera que seguramente conducía al comedor.
Lo siguiente que ocurrió fue determinante, pero para nada lo consideré una prueba. Era cierto que no contaba con ello, pero jamás me he arrepentido de tomar esa otra decisión. Si rebobinara el tiempo a Varsovia de mil novecientos cuarenta y cuatro haría exactamente lo mismo.
—¡Luka! —llamé antes que su figura desapareciera por completo.
—¿Sí, señor Dušan? —Agachó la cabeza este por debajo del alero del techo del segundo piso, donde terminaba la escalera.
—¿Te gustaría ir a España?
El jovencito bajó confundido los escalones que había subido y volvió a pararse frente a mí.
—¿España? Dicen que tiene unos pueblos muy bonitos en las montañas.
—Recoge tus maletas Luka —pedí sin remordimientos—. Conocerás la montaña más bonita de toda España.
Nota:
¹Zielony: Verde (en polaco)
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NADA ESTÁ DESTINADO©️✔NO.1 WINNER // #TTW2021 #awardsadam2021
Tarihi Kurgu((TERMINADA)) Protegida bajo licencia✅ La Segunda Guerra Mundial llegó rompiendo todos los sueños de septiembre. Y a causa del servicio inminente que exigía Croacia, Dušan debe enlistarse dejando su primer amor, Karolina; con la esperanza de desposa...