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Fracaso

Era una noche fría de invierno, año 2024, cuando tocaron a la puerta del despacho de detectives de Lewin.

Ya llevaba doce años ejerciendo como detective en casos de asesinatos, incluso era reconocido por el departamento de policía de su ciudad como un excéntrico que podría resolver incluso los casos más extraños. Sin embargo, sin importar si se trataba de pedir ayuda para asesoramiento policial o un cliente regular en busca de sus servicios, nadie tocaría a estas horas y menos en esta fecha. Todos los que conocían la información sobre su despacho lo sabían: hoy era el cumpleaños de su esposo y salía temprano del trabajo.

Lewin frunció el ceño. No se sentía molesto, sino curioso por el aroma detrás de la puerta. Después de tanto tiempo analizando el olfato de la muerte, había logrado distinguir otros matices para facetas relacionadas con la muerte, solo que no resultaban evidentes por un hecho paradójico: no olían realmente mal. Eran poco convencionales, como el olor a comino en los caníbales, la lavanda en los psicópatas o las rosas en las mentiras que involucran a gente muerta. Los casos más extraños que tuvo mezclaban aromas distintos y hasta contradictorios, pero esta combinación de mantequilla de maní con té de canela, era en verdad intrigante.

Entonces decidió atender a la persona, lóbrego o cosa que vino a buscarlo.

—Adelante —dijo en voz alta.

La puerta crujió mientras se abría, como si fuera demasiado vieja, sin embargo, Lewin sabía que este edificio y todo en él no tenía más de diez años, Chen LinBao se lo regaló por su quinto aniversario hace seis años.

Pum, pum, pum.

Los pasos eran demasiado pesados, pero la figura que entró era pequeña y delgada. Un camino húmedo quedaba por donde pasaba, sangre mezclada con el líquido oscuro que escurría de su cuerpo. Era evidente que la niña estaba muerta, no solo por el estado de su ropa y la cantidad de sangre que goteaba de su cuello, sino porque le faltaba la cabeza.

Lewin la identificó como un fantasma debido al olor a té de canela, era la mantequilla de maní lo que resultaba nuevo. Observó con atención y descubrió que este fantasma en realidad tenía un cuerpo físico, supuso que la extrañeza tendría que ver con eso.

—¿Puedes comunicarte? —preguntó a la pequeña.

Su tono se había vuelto más gentil de forma inconsciente, ya que en casa él mismo tenía a dos pequeñas de ocho y trece años, el cuerpo de la niña no se veía más allá de los doce.

La clienta se acercó a su escritorio, señalando la canasta llena de papeles para reciclar. Lewin entendió de inmediato y le pasó una hoja y una pluma para anotar.

«Ana».

Supuso que la niña se estaba presentando. De hecho, a Lewin le sorprendió que el nombre del fantasma no fuera chino o de otro país oriental, la mayoría de los latinos que emigran aquí no le pondrían nombres occidentales a sus hijos. Sin embargo, se concentró en lo importante.

—Ana, dime, ¿en qué puedo ayudarte?

La mano tardó un poco más, como si la niña estuviera pensando, luego trazó con mucha fuerza la siguiente oración e incluso se rompió un poco la hoja.

«Queremos nuestra cabeza». Las palabras estaban en español, tal vez no sabía cómo transmitirlas «. Él la tiene... Él...»

La temperatura bajó, haciendo que Lewin se estremeciera, tuvo que interrumpir a la pequeña para que no se sumergiera en su odio y destruyera el edificio.

—Entiendo. Trabajaré en tu caso a partir de mañana.

Después de escuchar esa afirmación, el fantasma desapareció. Cuando Lewin salió de su oficina, la puerta no crujió y el piso seguía manchado de sangre y líquidos extraños.

Entonces te olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora