8.11 Octavo no primer encuentro

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En algún lugar del cosmos.

Lewin miró a su alrededor, entendiendo dónde estaba de inmediato. O para ser precisos, reconoció el arquetipo estructural del lugar en el que se encontraba, pues en el CAE, todas las sedes primarias seguían el mismo patrón y todas las sedes secundarias respetaban también esa regla, con solo ligeras diferencias en los detalles o la decoración del entorno. Por ello, si has visto una de las sedes, entonces las has visto todas.

El sitio a donde Y'ia Hell lo transportó tenía la misma estructura arquitectónica y paisaje exterior que todas las sedes secundarias del CAE, sin embargo, no percibía ninguna presencia a su alrededor. La energía etérea que solía fluir, desprendida de los trotamundos que vagaban por sus pasillos, no se encontraba por ningún lado. Eso significaba que la sede había sido abandonada, era falsa o aún no estaba en operación. Además, Y'ia Hell no se encontraba con él.

Lewin salió de la sala médica donde apareció y caminó de manera tentativa hacia un pasillo lateral de donde ahora estaba parado, que según la organización tradicional era el pasillo central o "tronco" de la sede. Cuando llegó a una de las bifurcaciones más estrechas encontró una placa que señalaba las oficinas del Departamento de Trotamundos; satisfecho con su memoria, entró en una oficina al azar, donde no había más que paredes repletas de monitores.

El Reino Aulyra. El imperio caído. Otros reinos. Los pisos inferiores de La Torre. Los grupos que ya se encuentran en el piso 90. Observó todo ello en un instante, sus ojos adiestrados por los eones de práctica trabajando en todos los departamentos dedicados a la "observación" buscaban de manera casi desesperada algún monitor que mostrara lo que necesitaba. El núcleo del mundo artificial.

—No te esfuerces, su transmisión está bloqueada.

—¿Qué...?

Lewin casi responde por inercia, pero se detuvo a tiempo y tomó una postura de alguien que solo estaba dispuesto a escuchar, mas no a responder.

—Sígueme, ellos están en la sala del gran jefe.

Lewin se debatió entre obedecer o intentar huir, pero de repente se dio cuenta de que algo no tenía sentido.

—¿Cómo me sacaste de ahí? Sin levantar el candado de seguridad es...

—Imposible.

Yia Hell lo miró como si quisiera que adividara a través de su sonrisa burlona, pero luego rodó los ojos, aparentemente exasperado para después mirarlo como si fuera un idiota.

—¿No es obvio? Eso es porque... —Detuvo sus palabras tapando su boca de manera dramática, transmitiendo con sus acciones lo que la risa despectiva no alcanzaba a señalar: "no puedo decírtelo".

—Si le preguntas a él, podría responderte. Quién sabe, tal vez si tu cuerpo lo satisface lo suficiente...

—Vete a la mierda.

—¡Eso me gusta! ¡Así que sugerir infidelidad es lo que se necesitaba para hacerte reaccionar, eh! Honestamente...

—Suficiente.

Una persona desconocida detuvo las incoherencias de Yia Hell y, para sorpresa de Lewin, el susodicho obedeció sin quejarse ni siquiera de la más mínima forma. La mujer parecía humana si solo se consideraba el cuerpo y extremidades, pero sus iris eran rojos con la esclerótica amarilla, con una piel escampaba que brillaba en tonos dorados. Esos eran rasgos distintivos de alguna etnia no humana, solo que Lewin no podía señalar con precisión cuál de todas podría ser.

—Regresa allá —ordenó la mujer a Yia hell, luego se dirigió a Lewin— y tú ven conmigo.

Esta vez Lewin ni siquiera tuvo el lujo de cuestionar sus intenciones, pues las palabras transmitían un poder que lo obligaban a obedecerla. Ahora tenía sentido que 06660 acatara las órdenes con tanta facilidad, pues lo más probable es que hubiera usado su poder con él también.

Entonces te olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora