La Tierra era un un buen mundo. Era simple. Al menos lo era para alguien que nació en una familia como la suya.
Nunca le faltó nada que el dinero pudiera comprar, incluso lo que no podía pagarse de la manera convencional, siempre había un modo de conseguirlo. Aunque no lo comprendía como tal, desde su infancia entendió que su posición en el mundo era privilegiada, o al menos mucho mejor que la de otros.
Pawel Gorski no se consideraba una mala persona, aunque aprovechaba conscientemente su ventaja sobre los demás.
Aunque en su adolescencia hirió los sentimientos de muchas chicas, creía que el hecho de que hubieran podido experimentar una vida de lujo junto a él por un tiempo debía al menos valer la pena. ¿Y qué si cambiaba de opinión de repente y prefería salir con alguien más? Al menos tenía la decencia de avisarles antes de pasar a la siguiente novia.
No. No era una mala persona. Al menos era mejor que su padre. Su madre le enseñó ese poco de decencia.
Eso fue verdad hasta que lo conoció a él.
Su intención nunca fue experimentar sobre su sexualidad, la cosa simplemente pasó. Un día conoció a un chico que estudiaba en la misma universidad que él, pensó que era agradable y quiso acercarse a hablarle, pero de repente, sin que lo planeara ni pudiera evitarlo, lo que creía que sería una profunda amistad se transformó en el comienzo de un romance más intenso y confuso que los que nunca había vivido. Nunca necesitó dar comodidades o presentar su estatus para sentir que tenía el dominio sobre esa relación; de alguna manera, no lo creyó necesario.
Sin embargo, un día él despertó a su lado hablando de grandes planes. Viajar a otro país, vivir juntos, apoyarse el uno al otro. ¿Cómo es que la situación pasó de un asunto de satisfacción mutua a establecerse formalmente para, quizá, el resto de sus vidas?
Un día antes su mamá le habló sobre una buena candidata para su matrimonio. Había intereses comerciales en juego. Pero Pawel no tuvo el valor de decirle a Lewin que no quería ir más allá de la relación que en ese momento tenían. No podía.
Así que, por primera vez, se sintió como su padre. Un hombre cobarde que está en la cama de alguien una noche y en el día sonríe hipócritamente a su "familia oficial". Aunque en el fondo sabía que él era peor, porque se convenció a sí mismo diciendo que no importaba si dejaba que su acuerdo de compromiso continuara aun si a quien decía amar era otra persona.
Todavía no se sentía como una mala persona.
Porque cuando decía que lo amaba, no era mentira. Porque el acuerdo era solo un acuerdo y una vez que cumpliera podía compensar a la única persona que estaba en su corazón, así que dejó que escalara. Su prometida se embarazó y sus padres estaban felices; él ya no sabía qué hacer. De repente sintió que había tomado la elección equivocada, ¿cómo iba a solucionarlo?
Pero entonces Lewin se enteró...
Y el mundo se acabó.
Un avión se estrelló en el centro de la ciudad. Un avión con dirección a Londres. Partió el mismo día y a la misma hora que el vuelo que iba a tomar Lewin para iniciar su vida muy lejos de él.
Apenas tuvo tiempo de sentirse como la persona más miserable del mundo cuando, uno tras otro, desastres comenzaron a ocurrir. Las extrañas pantallas que las millones de personas sobrevivientes vieron lo llamaron "cataclismo".
Incluso en el fin del mundo, la vida siguió siendo sencilla para Pawel. Era alguien poderoso; un elegido. Fue reclutado y, cuando el mundo pereció, él trascendió. Dejó la mortalidad humana y se volvió trotamundos.
... Aún no podía olvidar a Lewin, a pesar de que ya no tenía derecho a amarlo.
Lo que hizo en el cataclismo y lo que hizo después se debían a eso. Había perdido su amor una vez y no se rendiría hasta que lo recuperara.
Ya era una mala persona.
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Entonces te olvidé
FantasíaLewin tuvo una vida común hasta el momento de su muerte. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en un lugar extraño. Al principio creyó que se trataba del "más allá", hasta que una voz le dijo que su muerte en realidad ocurrió hace muchísimo tiempo...