Buscando la verdad 1/2

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Ese abrazo pareció durar más de lo que fue verdaderamente. Hinata no podía parar de pensar en eso, mientras esperaba sentada alguna noticia sobre su hija. Naruto ya se había ido y la tarde comenzaba a caer, ella estaba cansada y muy confundida, ¿por qué Naruto tuvo que regresar a cambiar por completo su vida? Si ya no iba a verlo más, hubiese sido mejor así, porque se daba cuenta de que él no quería estar con ella y eso le dolía.

Deseaba enormemente retroceder el tiempo, que su padre no la hubiese encontrado. Tal vez, en este momento ella y Naruto estarían casados y serían felices junto a su hija, tal vez no estaría atada a un hombre que no amaba y, tal vez el amor de su vida no la odiaría como ahora lo hacía.

Se puso de pie, necesitaba relajarse un poco, pero en ese momento llegó Sasuke, que al fin había salido de esa reunión, también venían Hiashi y Hanabi, todos preocupados por el estado de la pequeña Hime.

—Hinata, siento llegar tarde, ¿cómo está Hime? —preguntó el azabache, respirando agitadamente, lo que denotaba que había corrido.

—La están operando, tenía apendicitis —respondió Hinata, quien tenía sus ojos rojos por haber llorado tanto.

Hanabi abrazó a su hermana para reconfortarla, mientras Sasuke tomaba asiento, sintiéndose un poco abrumado, y Hiashi sólo miraba fríamente la situación, aunque en el fondo estaba muy preocupado por su nieta.

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Naruto iba por la calle, conduciendo hacia su departamento. Se estaba preguntando mil y una cosas. ¿Por qué estaba tan preocupado por esa niña? ¿Por qué no pudo evitar querer consolar a Hinata? Y la peor de todas, ¿por qué la seguía queriendo? Estaba claro que Hinata ya tenía toda su vida hecha, tenía un esposo y una hija, además, él no se permitiría estar con la hija del asesino de su padre, no tenía que hacerlo, pues sólo lo haría débil, tal vez olvidaría cuál era su propósito y eso era lo que menos quería.

Si alguna vez había cometido un error en su vida, sabía que el más grande de todos ellos era el haberse enamorado de Hinata Hyûga.

Pero el amor es ciego y terco, siempre escogiendo a la persona equivocada, aunque al principio parezca lo más hermoso del mundo, el amor duele y engaña, miente descaradamente y causa estragos. Y es por amor que muchas veces las personas terminan por ser enemigos, sólo por aquel sentimiento que lastima hasta al más fuerte y duro.

No pudo evitar dejar escapar un suspiro, se sentía como un idiota.

—¿Qué se supone que debo hacer? No puedo... no puedo decirle a Hinata que aún la amo, ella ya tiene a quien amar... —por un momento, recordó las palabras de la ojiperla la otra noche, cuando se habían besado y Hinata le confesó que lo seguía amando, pero él no iba a creerle, ¿cómo lo iba a amar si estaba casada con su amigo?

Tenía que ser una vil mentira, sólo eso.

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Gaara se encontraba terminando de revisar unos papeles muy importantes para poder irse a casa. Podía ser un mujeriego y parrandero de lo peor, pero, para él, el trabajo era cosa seria, no lo descuidaba ni porque mil mujeres le desfilaran en frente como Dios las había traído al mundo.

—Bien, creo que eso es todo —dijo guardando aquellos documentos en un cajón con llave, para después ponerse de pie y salir de su oficina. Por las ventanas se podían apreciar las luces de la ciudad de Tokio, iluminando tanto que hasta parecía que no fuese de noche. Él casi siempre era el último en salir, igual era esta vez, pero se sorprendió al ver a alguien más en ese lugar, era nada más y nada menos que su nueva secretaria.

El Error de AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora