XXVII

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CICATRICES DEL DESEO

El amor no es una daga que inflige heridas,

sino una venda que repara las antiguas.


Lo que hiere es la torpeza, la navaja afilada,

la ingenuidad que atraviesa como una lanza; el agravio que desangra.

Son llagas profundas que traspasan los huesos,

y mientras no aprendamos a amar, siempre estaremos expuestos a heridas.


Una decepción es una pequeña muerte, una ilusión rota,

el préstamo del corazón al espejismo del querer.


Es preferible rechazar, ceder antes de ser arrastrado

por la fantasía de un alma desconocida.


Pero ¿si esta vez fuera la correcta?

Mi deseo me traiciona, mis suspiros me persuaden.

¿Qué es otra cicatriz si aún hay espacio en la piel?


El cuerpo puede soportar, y prefiero vivir con la certeza del rechazo,

antes que el vaivén de las dudas, el azote perpetuo de sueños vacilantes.

Es mejor el dolor, la herida de un amante, que la vida, los ensueños y la cobardía

de una infinitud titubeante.

Luz de ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora