XXXVIII

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EL SUSURRO DE LOS PÉTALOS DEL CEREZO

La vida, un botón de cerezo,

un soplo fugaz de belleza,

perfecta en sus defectos inherentes.


Las semanas y los años,

como brisa en las flores, en los hombres,

desgastan con su inclemente hálito.


Ambos, en su crecimiento, se desvanecen.

Pero antes de que se pierda el color de los pétalos,

la juventud, la flor y los cuerpos,

en su caída,

inmortalizan su brevedad en el tejido de los recuerdos.


Y en lugar de dolor, su florecer se convierte en agradecimiento,

por la oportunidad de distinguir, con su ligereza,

las sombras, los pórticos, los campos que conducen a otros

umbrales y sembrados.


Su efimeridad teje lazos invisibles,

redes perpetuas que nos unen

a lo que un día también se desvanecerá.


Por un instante fuimos parte del cosmos,

encerrando en nuestra esencia lo irrepetible,

como un símbolo en el vasto libro del infinito.

Luz de ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora