XXXV

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EL DESIERTO DE UN ALMA

A medida que la vida avanza, los defectos se revelan,

como estrellas cohibidas en la luz del ocaso,

siempre presentes, escondidas en el vasto crepúsculo,

esperando que la mirada las descubra.


Lo cercano se aleja, se desvanece como un deseo

que se disuelve en la bruma,

como el eco de una voz que se pierde en la distancia.

Lo que parecía firme se desmorona, transformando lo seguro en arena movediza;

el orden se convierte en caos, como los enredos

de una mente sumergida en el desorden.


¿Qué haces cuando el mundo se despliega en sus variaciones?

¿Te fundes en ellas o luchas contra el viento?

Tal vez los sueños que alimentaste eran solo espejismos,

anhelos que se extendieron a la ensoñación de otros,

olvidando que cada alma lleva sus propias sombras y enigmas.


¿A dónde te diriges cuando todo tambalea?

¿Regresas a los días de ayer en busca de refugio,

o avanzas hacia el mañana, lleno de sorpresas?

Donde vayas, tu corazón se mostrará:

la esperanza de existir o el terror a la soledad.


Puedes volver a la sombra de muchos rostros,

pero el vacío de un alma perdida solo puede ser llenado por Dios.

Esfuerzos por impresionar a quienes también buscan ser colmados

son como intentar llenar un cántaro roto con ilusiones,

como reconstruir el tiempo con fragmentos rotos.

El amor que deseas se oculta, porque quienes buscas

anhelan ser amados, pero no están dispuestos a amar.


Luz de ocasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora