Capítulo 16: Un largo camino

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«Donde florecen las flores lo hace también la esperanza» Lady Bird Johnson



—Por aquí.

Ken y Hikari lideran la marcha desde prácticamente el inicio del viaje, cuando sobrepasaron a Taichi, que iba hacia otra dirección. Se detienen detrás de unos arbustos que bloquean la visión para esperar al resto de sus amigos. El camino ha sido bastante sencillo, debiendo esquivar solamente algunas raíces sueltas y gravilla a lo largo del descenso. Una vez los cinco se encuentran juntos, el dúo separa el follaje y ante todos se revela el camino a seguir.

—¿¡Qué!? —exclama Yolei, dejándose caer sobre las rodillas —¿¡Otra montaña!? —Ken retrocede y se acuclilla a su lado, poniéndole una mano en el hombro.

—Lo siento.

—No es tu culpa —responde ella, sentándose mejor en el suelo de tierra y cubriendo la mano del castaño con la suya. Le duelen los pies y siente el cuerpo cansado como nunca antes. Toda la energía de la que rebosa siempre en el Mundo Real parece haberse esfumado en el trayecto desde la cima de la montaña en donde murió Nat.

—¿Quieres parar?

Yolei parece meditar la oferta una milésima de segundo, pero finalmente niega con la cabeza y se pone en pie.

—No. Estoy bien.

Ken la interroga con la mirada para asegurarse de que no le está mintiendo.

—De acuerdo.

—¿Y tú, Kari? ¿Estás bien?

La castaña mira a su hermano y asiente con la cabeza.

—Hay que llegar lo antes posible. No podemos permitirnos descansar.

Por centésima vez desde la llegada a aquel extraño sitio, Taichi se pasa la mano por la nuca y se despeina.

—Bien. Sigamos. ¿Por dónde deberíamos ir entonces? —Sin dudarlo, los Elegidos que lideran la marcha separan nuevamente los arbustos que cubren el camino y pasan a través del hueco, arañándose con las ramitas las partes descubiertas de sus cuerpos.

Tai siente que alguien le toma la muñeca y se voltea para descubrir a Takeru sujetándolo.

—¿No crees que este sitio es muy extraño?

El castaño lo mira con una ceja alzada: no le está diciendo nada nuevo.

—Quiero decir que este camino ya lo habíamos hecho —explica, señalando un árbol a uno de los lados.

Para Tai, que no tiene la menor idea de botánica, todos los árboles de aquella montaña se ven exactamente iguales, lo que lo lleva a pensar en Sora y en lo útil que sería que estuviera con ellos en aquel momento. O Jō, con los libros de la biblioteca; o Izzy y su bendita computadora.

—Ahora nos encontraremos con que el camino de tierra se corta y comienza uno rocoso.

—¿Estás seguro?

—Sí... —va a decir algo más, pero un grito proveniente de más adelante lo obliga a callar.

—¡AAAAH!

—¡Yolei! —Ambos comienzan a correr a toda velocidad. No ven a sus amigos porque el camino gira hacia la derecha, de acuerdo con la forma de la montaña.

• • •

A juzgar por la falta de aire, juraría que ha corrido una maratón de diez kilómetros, y no solo cuatro calles desde Haibana. Aunque no está muy seguro de si la sensación de asfixia es por su pésimo estado físico, o por la escena que presenció en el restaurante.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora