Capítulo 30: Memorias

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«La que nació de la gran oscuridad. Es el fuego negro que reducirá todo a cenizas. El poder oscuro que baila en la locura dentro de la tormenta del caos.» Digimon Adventure Tri

«Para conseguir algo importante uno debe pagar un precio. Son las normas de este mundo.» 1Q84, Haruki Murakami


Todo alrededor de la chica se torna blanco. Un espacio dentro de su mente, claro, acogedor, cálido.

Por primera vez en mucho tiempo, Hikari se siente en paz dentro de sí misma.

«¿Sí?»

Se percata de que es aquel habitante del Reino de la Luz que la ha estado acompañando durante toda —o al menos la mayor parte de— su vida, quien le habla. También, de que ni Ifuru ni Ken pueden oírlos, como si aquella criatura la hubiese llevado a un lugar lejano, privado, apartado de todo, al que solo ellos dos tienen acceso.

«Es hora de despedirnos.»

Kari se demora un instante en responder.

«Lo sé.» Asiente con la cabeza, dando más peso a sus palabras.

«Lamento no haberte dicho nunca que estaba aquí y haber usado tu cuerpo para sobrevivir.»

Kari quiere decirle que no se preocupe, que está bien, que lo entiende, pero las palabras no se verbalizan. Realmente, ¿estuvo bien? Una parte de ella está molesta, se siente ultrajada. ¿Quién le dio permiso a ese ser desconocido de habitarla y usarla? ¿Tuvo poder en alguna decisión que haya tomado en su vida?, ¿o solamente se dedicó a ser un espectador?

«Debes saber dos cosas, humana.»

«Tengo nombre, ¿sabes?» ¿Ha vivido todo ese tiempo con ella y no ha sido capaz de aprendérselo?

Un sonido de campanilla tímida resuena en la lejanía.

«Solo puedo pronunciar el nombre de mi reina» aclara.

Siendo incapaz de hacer algo más que oír, la Elegida se mantiene en silencio y atenta a lo que debe decirle aquel ser.

«He vivido contigo desde ese día en la playa. ¿Me recuerdas?»

Kari arruga un poco el entrecejo, preguntándose cómo diablos sería capaz de recordar algo que pasó hace tantos años. Sin embargo, cuando está a punto de replicar, sin siquiera haberse esforzado por rememorar aquel anochecer que Taichi contó momentos atrás, el espacio blanco comienza a tornarse de colores.

En menos de un parpadeo, tood lo blanco se transforma en un negro intenso. La compañera de Gatomon siente un nudo en el estómago, como si estuviese cayendo desde una gran altura y tomando velocidad en el trayecto. La oscuridad lo recubre todo, impidiéndole ver, como si mantuviera los ojos fuertemente cerrados y fuese incapaz de abrirlos. El miedo se apodera de ella. Se trata de una sensación que no había experimentado nunca, demasiado real para ser una ilusión, pero demasiado ajena para tratarse de algún recuerdo. Entonces, comprende que son las memorias de aquel ser de luz, de la vez que escapó del poder de Dragomon.

De pronto, cuando pareciera que la oscuridad lo había devorado todo y que solo era cuestión de tiempo para que él también fuese consumido y transformado, un hueco aparece justo frente a sí, develándole el mar.

Un mar azul oscuro, extenso e impenetrable, pero extrañamente hermoso. Como una paradoja que, lejos de aumentar su miedo, lo atrae y lo calma.

La calidez de otro ser en la cercanía del agua.

Sin darse cuenta, ahora está frente a una criatura nunca antes vista, en un lugar completamente desconocido. Colores cerúleos, rojizos, dorados y morados se hacen presentes más allá de la extensión de agua, justo donde parece llegar su final. Y esta figura que se presenta ante él es de lo más extraña, con extremidades que mueve torpemente y unos ojos enormes que lo miran con fijeza; con tanta atención como si fuese lo único importante en aquel sitio tan curioso y pacífico.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora