Capítulo 18: Cambios

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«Nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día.» Ernesto Sabato



—¿Jō? ¿Eres tú?

Por muy silencioso que intente ser al llegar al departamento, el chico patea una silla que ha quedado fuera de su lugar en la mesa. Ahoga un grito, pero el ruido de arrastre ha sido suficiente para alertar a su madre, que evidentemente lo esperaba despierto a pesar de la hora.

—Sí, mamá —responde en voz baja.

En la penumbra, el Elegido distingue la silueta de la señora Kido salir de la habitación matrimonial y la siente pasar a su lado para encender la luz de la cocina.

—Ven, por favor. Toma asiento.

—Lamento llegar tan tarde. Nos entretuvimos y... —Jo comienza a rascarse la nuca con nerviosismo, temeroso de que su madre lo descubra ocultándose algo importante. Si bien no le está mintiendo, la situación lo pone incómodo y pronto comienza a sudar.

—No es por eso que quiero hablar contigo.

—¿Y entonces sobre qué?

La mujer se pone en pie.

—¿Quieres un poco de té?

El joven duda, pero acaba asintiendo convencido por la sonrisa de ella. Desliza la silla con cuidado y toma asiento mientras su madre calienta el agua. Minutos después, con las tazas llenas de la infusión dispuestas en la mesa y ambos sentados, el mutismo no se extiende por un período muy prolongado de tiempo.

—Has crecido tanto —. Sonríe a la vez que toma la pieza de porcelana entre las manos delicadas —. Me llenas de orgullo, Jō.

—G-gracias.

—Me alegra mucho.

—¿Qué cosa?

—Que hayas cambiado.

El chico está a punto de preguntarle a su madre qué quiere decir exactamente con eso, pero el té que sorbe le abrasa la lengua y la garganta y le impide hablar. Hace una mueca de dolor cuando el líquido ardiente baja por su laringe, y la mujer aprovecha para continuar su monólogo.

—Eres más maduro ahora, Jō. Recuerdo que antes le tenías miedo a tu tío, pero ahora lo enfrentas.

—Ya no soy un niño, mamá. Como le dije al tío Susumu, pronto entraré a la universidad.

—No me refiero solo a la edad.

»Has tomado muchas decisiones difíciles este último tiempo, Jō. Sé que dudaste tantas veces como has tropezado, pero creo que lo necesitabas para darte cuenta de lo valioso que eres y de lo importante que es que permitas que los demás te escuchen. Pero también es importante que tú mismo lo hagas: que oigas tu corazón, hijo.

»Decidiste seguir el camino de la medicina no por quiénes son tu padre y tu hermano, sino porque es lo que realmente deseas, y no todos el mundo pueden hacerlo.

Él enmudece y adopta una posición pensativa.

—Cuando tu hermano decidió cambiar de carrera tu padre no estuvo de acuerdo —dice, refiriéndose a su hijo que trabaja con el señor Takenouchi en Kyoto —. ¿Cómo iba a tirar todos sus años de medicina por la borda para estudiar a un grupo de criaturas que habían secuestrado a su hermano menor y lo habían obligado a pasar por un montón de peligrosas pruebas? Salvar el mundo no debería depender de un puñado de niños de primaria, decía molesto.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora