«¿Existe alguien absolutamente fiable? ¿Hay alguna relación carente de peligro? ¿No nos lastiman aquellos a quienes amamos y respetamos más que aquellos a quienes odiamos y tememos?» El psicoanalista: John Katzenbach
Las burbujas de aire ascienden hacia la superficie del vaso. Desde el interior de la casa se percibe el descenso de temperatura que provocan las nubes que amenazan con descargar su agua sobre la ciudad.
Mira el cielo gris encapotado a través del vidrio, perdido con la mente en blanco.
—Cody, despierta —. Sai chasquea los dedos junto a él en un intento de llamar la atención del chico. Este desvía las pupilas levemente hacia su dirección.
—¿Mh? —le da la espalda a la ventana y mira sobre la mesa del recibidor los apuntes. A pesar de que están prolijamente colocados sobre la superficie de madera, Cody no le encuentra un orden lógico al montón de palabras y números.
—¿Cuánto es la raíz cuadrada de seis mil setecientos veinticuatro?
El castaño parece pensárselo un momento, aun sin despegar los ojos de las hojas del cuaderno ni las manos de la pared cuya espalda aplasta suavemente.
—Hum... no lo sé... ¿Diez? —dice distraídamente.
—Sí.
—¿De verdad? —aunque intenta parecer sorprendido, ni siquiera es consciente de lo que Sai o él mismo está diciendo. Recibe entonces un golpe fuerte en la coronilla.
—¡No! ¡Es ochenta y dos! —grita la chica, bajando el libro hasta su cintura.
—¡Ay! ¿Por qué me golpeaste? —molesto, se soba el lado donde Sai le asestó el libro.
—Pero Cody, si no nos escuchas. ¿Cómo pretendes aprobar? —salta Sayo desde uno de los laterales de la mesa, lejos de su hermana y del invitado.
El adolescente las mira intercaladamente y relaja un poco los músculos.
—Lo siento. Creo que no me encuentro bien —se aprieta el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar y cierra los ojos un momento.
—¿Estabas pensando en Daisuke? —aventura la segunda acomodándose en el asiento para poder ver mejor al castaño y ajustando el lazo que le rodea el pelo.
Las gemelas son de las pocas personas que saben que a Cody le gusta Davis. Otras son Hana y Annika, la exnovia del pelirrojo, pero ella se mudó de ciudad poco después de haberle cortado y la otra poco interés ha demostrado en ello.
—No, no es eso —miente, rehuyendo la mirada de Sai, que se ha cruzado de brazos a su lado y sostiene el libro entre sus dedos diestros. La posa ahora en el vaso con agua que cada vez tiene más burbujas.
—¡Ah, ya sé! —exclama Sayo, arrodillándose sobre el almohadón en el que estaba sentada —Estabas soñando despierto.
Como Cody no lo niega, continúa emocionada.
—Pensabas que cuando estuvieras volviendo a tu casa, te lo encontrarías, le dirías lo que sientes y lo besarías bajo la lluvia. ¿No es romántico?
—Qué bruta —Sai le lanza el libro con el que golpeó momento antes a Cody, pero este rebota en la mesa frente a la hermana y cae abierto en el suelo junto a Sayo, quien se lanza a reír con tantas ganas que debe tomarse el estómago y doblarse para evitar que le duela.
Hida, por otra parte, se limita a arrugar los superciliares y dice con voz queda:
—Mejor me voy antes de que llueva. No me traje paraguas —. Se lanza sobre su mochila que está en el piso y de un solo movimiento se la cuelga en un hombro.
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La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las flores
FanfictionUn cielo demasiado vibrante para ser real. Una brisa cálida que arrastra el dulzor de las flores y derrama por el reino el trinar de los pájaros. Un castillo de cristal puro, que encierra entre sus puertas aquello que nadie quiere oír cuando se abra...