Capítulo 31: Más cerca de lo que parece

25 1 0
                                    

«El atractivo de una flor está en sus contradicciones: tan delicada en su forma, pero tan fuerte en su fragancia; tan pequeña en tamaño, pero tan grande en belleza; tan corta de vida, pero con un efecto muy largo.» Terri Guillemets


—Lo haré —. Cody acaba por librarse definitivamente de los brazos de su madre, se frota los ojos para eliminar cualquier rastro de lágrima que haya quedado, y se para con firmeza en el suelo de madera.

»Acompañaré a Davis y lo ayudaré en todo lo que pueda —determina.

Fumiko lo mira, asiente con la cabeza y lleva uno de sus brazos al pecho. Por su parte, Chikara aprieta los brazos, cruzados sobre la mesa, y gesticula también con la cabeza.

—Muy bien, y ahora, a almorzar.

Cody se gira hacia él y la superficie de madera. Había olvidado por completo la comida y, de pronto, nota que el nudo en su estómago ha desaparecido y, a pesar de que no tiene demasiada hambre, se sirve una gran porción.

• • •

Dentro del departamento la tormenta no parecía tan fuerte y peligrosa, pero en cuanto sale a la acera Jō se da cuenta que acaba de meterse en las fauces de un lobo rabioso. Aún así, corre hasta la estación del tren más cercana.

El sitio está atestado de gente. Ve en la pantalla computarizada las siguientes llegadas: el tren con destino hacia la casa de Mori tardará diez minutos más; el que lo deja en su propia casa, ya se deja oír en el túnel. Jō se debate entre cuál de los dos tomar. Al mismo tiempo, una voz mecánica de mujer les pide a los usuarios de la línea que se mantengan detrás de la línea amarilla y que aguarden a que desciendan los pasajeros antes de subir.

El tren aminora la marcha hasta finalmente detenerse. El castaño queda justo frente a una ventanilla. El interior del transporte está a rebosar, al igual que el exterior. Pronto las puertas se abren y una oleada de personas se desespera por salir y tratar de coger una bocanada de aire después del viaje aprisionada como sardinas enlatadas; la que aguarda a subir pierde la paciencia y se lanza de lleno al vagón en cuanto la última persona pone un pie sobre la línea de seguridad. Nadie quiere quedarse a esperar al siguiente servicio, y Jō se deja arrastrar por ellas, quedando contra la puerta que se cierra rozando su mochila.

El chico lanza un suspiro y, al hacerlo, las gotas de lluvia que habían caído sobre sus labios se disparan directamente hasta el uniforme, que está completamente empapado.

El trayecto no dura más de veinte minutos y, para fortuna de los viajeros, el vagón no ha hecho más que vaciarse desde la estación en la que subió. Poco a poco el olor a humedad y encierro disminuye y, para cuando a Kido le toca descender, solo quedan unas diez personas en la misma cabina que él.

Cuando sale nuevamente al exterior, se encuentra con que la tormenta no ha cedido ni un poco, por lo que abre su paraguas y se aventura diez calles hasta el departamento de sus padres.

—¿Jō? —La voz de su madre es lo primero que oye al abrir la puerta. La nota preocupada, por lo que rápidamente abre del todo la puerta y se deja entrever.

—Sí, mamá. Ya llegué.

—¿Dónde estabas? Estábamos preocupados, ¡mira la hora que es! —Es su padre quien habla entonces.

El castaño deja sus cosas en el genkan a la vez que su madre le alcanza una toalla seca y una taza de caldo caliente de vegetales.

—Lo siento, estuve... —se apresura a inventar una excusa creíble —estudiando.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora