Capítulo 17: Armarse de paciencia

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«Una persona que espera es una persona paciente. La palabra "paciente" quiere decir la voluntad de quedarnos donde estamos y vivir la situación hasta el final, con la creencia de que hay algo escondido que se manifestará al final.» Henri J. M. Nouwen



Matt camina de un lado hacia el otro en todo el trayecto del elevador. Sus amigos lo miran sin decir nada, comprendiendo la situación de nerviosismo, aunque a Jō le da la impresión que la caja metálica no soportará tanto movimiento y acabará cayéndose con todos dentro.

Afortunadamente, llegan al piso de la oficina sin dificultades.

Se precipitan fuera del elevador y Kōshirō, ya con la llave en mano, abre la puerta del departamento, que los recibe cálido y bien iluminado. Sin embargo, el trío no repara en ello, sino que también se apresura a llegar a la computadora del pelirrojo, que permanece encendida, tal cual él la dejó.

—Déjame conectar esto... —murmura el dueño del aparato, inclinándose para conectar su vieja laptop a la torre.

Ni Jō ni Yamato entienden para qué quiere el trasto de computadora que llevó a su primer viaje al Digimundo.

—Muy bien —. Presiona un botón, desliza el ratón y abre un programa —. Les contaré lo que sé.

La recapitulación del mes y medio anterior tiene prolongados espacios en blanco y otros confusos. Deben esforzarse para recordar qué hicieron los primeros días de clases, cuando Hikari desapareció.

—Soy una persona horrible —Jō se mira las manos y deja que sus piernas sean vencidas por el peso de su cuerpo, cayendo de rodillas sobre el suelo de madera —. ¿Cómo pude haberlos olvidado?

Tsk. Olvidé que tenía un hermano —murmura Matt, dándole la espalda al escritorio y a sus amigos, de manera que queda de rostro al ventanal con las cortinas corridas. La ciudad está oculta detrás de los trozos de tela.

Han podido unir las piezas hasta la tarde en que se reunieron en ese mismo departamento, pero todo está demasiado borroso y lejano como para poder comprender qué ha ocurrido.

—No es momento de reprocharnos nada. Cuanto más recordemos sobre esos días...

—¿Saber lo que ocurrió con Hikari traerá de vuelta a Takeru? —No es una pregunta, sino una acusación. Matt no confía del todo en que su amigo pueda traer de vuelta a aquella parte tan importante del Elegido de la Amistad: el hermano menor del que tanto tiempo pasó separado en la infancia y que con tanto ahínco había cuidado durante la estancia en el Digimundo.

—Entiendo cómo te sientes, pero..

—No. No lo entiendes.

»No tienes un hermano perdido en quién sabe dónde del que no te acordabas hasta hace diez minutos—. Golpea con la palma la superficie del mueble donde está la pantalla múltiple, y nota cómo todo vibra durante los segundos siguientes.

Izzy cierra las manos en puños sobre el apoyabrazos de la silla y la hace girar para quedar de frente al rubio.

—Quizás no tenga un hermano, pero sí hay dos personas a las que perdí que no recuerdo: mis padres. Y te aseguro que ellos no volverán —. Habla con calma, sin intención de provocar a su amigo. Debe contenerse para evitar que las lágrimas se agolpen en sus ojos; por mantenerse centrado en el presente y en recuperar a los demás Elegidos.

Sabe que Yamato ha dicho esas cosas siendo presa de la desesperación, por ello no lo culpa.

El ambiente se tensa en el departamento, como si el frío de la noche se hubiera colado por las ventanas cerradas y atravesado las cortinas estiradas, y hubiese decidido dejar estancadas las palabras en las gargantas de los chicos.

—Matt... —A pesar de que Jō mueve los labios, las palabras no salen sonoras por entre ellos, y el nombre de su amigo queda articulado mudo en el aire.

—Lo siento —logra decir el rubio finalmente. Desvía el rostro hacia la pared a su izquierda y clava la vista en el sofá. Sus manos se mantienen firmes en el borde del escritorio.

—No importa.

Si bien hubo un tiempo en que se preguntó sobre sus padres biológicos, los señores Izumi lograron evacuar la mayoría de las dudas que había tenido. Lo que Izzy más recuerda fue la paciencia y el amor con que Yoshie y Masami hablaron con él, y toda la contención que le ofrecieron durante toda su vida.

—Soy un idiota —. Ishida se separa del escritorio y camina hasta el sofá.

—Matt, ya hemos pasado por esto antes.

—¡Pero no lo recuerdo! No importa cuánto insistas, ¡no puedo saber qué pasó ese día!

—Tranquilízate. No lograremos nada enojándonos.

Matt bufa, obligándose a no responder. Entonces el menor de los presentes también se pone en pie y se dirige hasta la pequeña cocina contigua al recibidor, donde pone a calentar un poco de agua.

Algunos minutos más tarde la cafetera eléctrica produce un ruido de borboteo cuando el agua llega al punto de ebullición, pero de inmediato se detiene. El pelirrojo pasa el contenido a una tetera de cerámica a la que le agrega unas hierbas y deja reposar algún tiempo antes de servirlo en tres tazas y regresar al cuarto donde lo aguardan sus amigos.

—Regresemos al principio.

Ayudados por las notas y las averiguaciones previas de Izzy, los tres logran armar un esquema general de los sucesos cuando ya han pasado un par de horas.

—Muy bien —pide con calma.

El teléfono celular de Jō suena, sobresaltando al trío en el momento en que Izzy pone el punto final en el archivo. Tras una rápida mirada a sus amigos, lo abre y responde a la llamada

—¿Sí, mamá? —dice, alejándose unos pocos metros del escritorio.

Kōshirō aprovecha el momento para frotarse los ojos cansados y resecos con la yema de los dedos.

—Lo siento, no nos dimos cuenta de la hora... Sí, volveré caminando —. La voz aguda de la señora Kido se filtra desde el otro lado del aparato, pero los otros Elegidos no comprenden lo que dice —. ¿En la motocicleta de Yamato? —Se voltea para ver al rubio, que niega con la cabeza sin emitir sonido alguno. —No, él ya quedó en dejar a Izzy. Pero no te preocupes, enseguida regreso —. Corta y deja escapar una profunda exhalación.

»No quiero volver a mentirle a mi madre nunca.

Matt ignora el comentario de Jō y se dirige al pelirrojo.

—¿Puedo quedarme aquí esta noche? —Con un movimiento de cabeza, señala el sofá.

—No creo que sirva de mucho, pero tampoco tengo problema con ello.

—Lo lamento, pero yo debo irme. Mañana debo hacer algo importante —. En los veinte segundos anteriores se decidió por ir a buscar a Mori al departamento y aclarar lo ocurrido en Haibana.

—Claro —responde Izzy en voz baja mirando la pantalla de la portátil.

—Llámenme si encuentran algo, ¿de acuerdo? O si me necesitan.

—Sí. Mantente atento al teléfono.

—Lo haré —asegura desde la puerta del departamento —. Les deseo buena suerte —y sin más, el Elegido de la Sinceridad se retira, dejando al del Conocimiento y la Amistad juntos en una oficina donde lo único que se oye es el procesador de la computadora andando.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad II: El reino de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora