CAPÍTULO VI

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Damaris frotó el anillo en su dedo, mirando fijamente el océano.

—Hola, desaparecida. —saltó en su sitio al escuchar a Seyn, quien solo se rio ante la mirada que le otorgó, y se apoyó en la baranda, a su lado—. Escuché lo que pasó.

—No lo digas. —pidió, con cansancio.

—En todos nuestros años de relación, no creí que viviría para escuchar que... —Damaris tuvo una arcada al recordar lo que había pasado. Se llevó una mano a la boca, y asomó su cabeza por la borda, en caso de que vomitase—... hiciste algo tan desagradable. —culminó su amigo, con una mueca de desagradado—. ¿No quieres un poco de té?

—Tengo miedo de vomitarlo.

—Tranquila, te daré algo que no puedas vomitar. —Seyn pasó el brazo por encima de sus hombros, y la arrastró con él a la pequeña mesa que había en la cubierta.

Seyn le sirvió té en una taza, y luego sacó un frasquito de su bolsillo.

—¿Qué es eso? —Damaris frunció el ceño, cuando él vertió un poco en la taza.

—Medicina para las náuseas. El médico me lo dio antes de salir, así que tal vez te pueda servir. —le brindó la taza, y él puso un poco en la suya propia.

Damaris le dio un sorbo a su té, y agradeció a los cielos que la sensación desagradable que la había estado acompañando durante el día, desapareciese.

—Mar —ella enarcó una ceja hacia Seyn, quien la miraba con seriedad—, ¿estás bien?

—¿A qué te refieres? —preguntó, con el ceño fruncido.

—Sé que no fuiste a ver al médico de la mente antes de irnos. —Damaris se tensó al escucharlo—. Eres muy obvia. ¿Es por las pesadillas que has estado haciendo guardia en las noches?

Damaris dejó su taza en la mesa, y jugó con su anillo de rubí.

—Sé que no está bien —murmuró—, pero tengo miedo de no poder controlarlo hasta regresar a Rariot. No sabía que iba a venir con ustedes, y no tenía mucho tiempo, así que no pude ir con el médico de la mente... Yew no sabe esto. Ella cree que fui con él.

—Mar, sé que esta época del año es complicada para ti. Las pesadillas se volverán a peores si no haces algo.

—Sí, lo sé, pero por ahora no está tan mal.

—Damaris Lade —Seyn le habló con tanta seriedad que tuvo que desviar su mirada. Ya sabía para dónde iba aquel tono—, no te atrevas a decir eso otra vez. ¿Acaso no has escuchado lo que pasa por no dormir bien? Tal vez podamos hablar con Owen o algo así, para que puedas dormir.

—Si me desmayo del cansancio, podría dormir. —si las miradas mataran, la de Seyn hasta la hubiera sepultado.

—No seas chistosa. —dijo su amigo, con enfado—. Sabes que es mucho peor ahora que...—carraspeó—... bueno, ya sabes...

—¿Qué se acerca la fecha en que me botaron? Lo sé.

—Mar...

—¿Qué? —se encogió de hombros—. ¿No fue eso lo que pasó? ¿Acaso mis padres no me dieron a la corona a cambio de saldar sus deudas? —esbozó una sonrisa fría y sin gracia.

La vida de Damaris había cambiado el día en que conoció al Rey.

Aquella tarde de primavera, el monarca los había visitado personalmente para cobrar las deudas de sus padres, quienes, al no tener dinero, ofrecieron a Damaris en su lugar. El Rey, benevolente como siempre, se había apiadado de ellos, y la tomó bajo su ala.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora