CAPÍTULO XXXVII

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—¿Están seguros de que esto va a funcionar? —preguntó Castien, enarcando una ceja.

—Tiene qué. —contestó Mik, con suavidad, sentándose con una taza de café en la mano.

—Pero, ¿por qué es tan importante hacer esto ahora? Mi padre es un idiota, pero no es una amenaza... creo.

—Es importante porque hemos tratado de tener un acceso a tu casa desde hace años, y desde que supimos del raro comportamiento del Rey Shue San, era obvio que no es un simple arreglo matrimonial.

Castien miró de su mejor amiga, al hombre que la cortejaba, y luego deslizó su mirada al tipo que bebía su café con total tranquilidad.

—Está bien. Deberíamos hacerlo pronto. Mis padres no están en casa. Deberían llegar mañana.

—Entonces que sea hoy. —propuso Mik, con una sonrisa.

—De acuerdo. —Castien asintió—. Yo les diré si...

—Que Mik te acompañe. —aconsejó Damaris, interrumpiéndolo.

—Pero no creo que sea necesario. Es mi casa y sé qué debo buscar.

—Cas, no puedes dejar que nadie sepa lo que estás haciendo o se lo dirán a tu padre. Mik puede ayudarte a pasar desapercibido. —Damaris explicó, esbozando una sonrisa la final.

Castien volvió a ver al joven, quien le devolvió la mirada, y le mostró una expresión brillante.

—Me parece una buena idea, Mara. —apoyó Mik—. He tenido ganas de meter las manos en las cosas de Zaid por años.

—Por ahora, solo busca lo que necesitamos Mik. —dijo Lastair, o más bien, Ther de Rariot, observando a quien debía considerar como su hermano.

Castien todavía estaba tratando de asimilar toda la información que había recibido y se sentía muy extraño.

—Está bien, tranquilo. —Mik se levantó, y abrió un pasadizo en la pared—. A la hora del almuerzo sería adecuado que nos vayamos. Me prepararé para entonces. —y sin esperar respuesta, desapareció.

—Lastair, Dreklai enviará a alguien en cualquier momento para ir a desayunar. —dijo Damaris, volteando a ver a su pareja.

—No quiero ir. —el segundo hijo de la Reina Igne hizo un puchero, sorprendiendo por completo a Castien, y se inclinó hacia su mejor amiga, apoyando su cabeza en su hombro—. ¿No me puedo quedar aquí y decir que quiero desayunar con mi futura esposa?

Damaris se coloró por completo, y lo empujó, apartándola de ella al ver a Castien.

—No seas tonto. Debes ir. Nosotros tenemos cosas que hacer, y después no tendré tiempo de atender las actividades de la tarde.

Lastair suspiró, resignado, y se levantó de su silla.

—Entonces me iré. —informó, sin ganas.

—Nos vemos después, ¿sí? Tenemos ese almuerzo que organizó Dreklai. —Damaris tomó la mano de Lastair, y sonrió.

—Entonces sufriremos juntos en el almuerzo. —él le devolvió la sonrisa, y se inclinó para darle un casto beso en los labios, antes de despedirse y salir del estudio sin esperar a que Damaris le reclamara.

Castien suspiró, y se inclinó hacia los bocadillos que había en una bandeja.

—El rico siempre humillando al pobre. —comentó, dramático, ocasionando que su mejor amiga se sonrojara aún más.

—Yo... Nosotros... —tartamudeó, a lo que Castien soltó una risita.

—Se ven muy bien juntos. —aceptó, sonriente—. Me alegra que hayas encontrado a alguien. —Damaris sonrió al escucharlo.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora