CAPÍTULO XXI

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Todo a su alrededor estaba bañado en oscuridad. Apenas había un pequeño rayo de luz cerca de ella.

Dio un paso hacia adelante, dándose cuenta un segundo después que estaba pisando un líquido espeso.

Un olor nauseabundo inundó sus fosas nasales, e hizo una mueca, asqueada.

Se congeló cuando sintió una mano en su tobillo.

—Mar... —su corazón dio un vuelco, y miró hacia abajo.

Saltó hacia atrás, chillando, al ver el rostro ensangrentado de Seyn, con sus rosados ojos, que alguna vez brillaron de emoción, apagados, sin vida.

Miró lo que había estado pisando, y su estómago se revolvió. El intenso olor de la sangre que pisaba era lo que la había estado molestando.

Escuchó un ruido casi imperceptible, y se dio la vuelta.

Lanzó un grito, llevándose ambas manos a la boca.

Una pila de cuerpos sin vida, se mostraban frente a ella. Escuchó un jadeo, doloroso. Pronto se dio cuenta que era Diev, quien luchaba por tomar un último respiro.

Damaris se acercó, temblando, pero no pudo mantener el equilibrio al divisar los rostros de aquellas personas.

Cayó al suelo, sobre aquel mar de sangre, sin poder apartar la vida de la persona que se hallaba frente a ella. Castien estaba bañado en sangre, y sus ojos se encontraban cerrados.

—¿Cas...? —acercó su mano hacia el rostro de su mejor amigo, pero un suave sollozo llamó su atención.

No tardó en darse cuenta que era un niño.

Miró hacia todos lados, con la ansiedad calando sus huesos, así que se levantó con cuidado, procurando no volver a resbalarse con la sangre, hasta que logró divisar a lo lejos una pequeña, muy pequeña figura. Los sollozos provenían de aquella dirección, así que caminó insegura hasta allá.

Se detuvo en seco al reconocerlo.

El pequeño niño, con su overol violeta y cabellos dorados, levantó su mirada. Aquellos ojos plateados tan familiares para Damaris se fijaban en ella, llenos de lágrimas.

Damaris dio un paso hacia él, extendiendo su mano, para tocarlo, pero se detuvo, y lo observó un poco más.

—¿Debbie? —llamó, en un hilo de voz, acercándose otro paso hacia él.

—Mar —sollozó, limpiándose los ojos con sus pequeñas manos—, ¿por qué los mataste?

Damaris se tensó.

—¿Qué? ¿De qué...? —dio un paso hacia atrás, pero se tropezó con algo, que la hizo caer al suelo.

Soltó un grito, horrorizada ante lo que se mostró ante ella.

Había tropezado con el cuerpo de su padre. No había podido recordarlo en años, pero ella estaba segura de que era él, y el cuerpo de su madre se encontraba a su lado. Ambos inertes, con largos y profundos cortes en medio del pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al fijarlos en los ojos sin vida de sus progenitores. Sus cuerpos se mostraban tan maltratados que quería vomitar. La sangre brotaba de sus bocas, pero se notaba que se habían ido hacía mucho.

—¿Por qué nos mataste? —la voz estrangulada de su hermano menor la obligó a desviar su vista hacia él.

Se arrastró lejos, horrorizada al ver el rostro ensangrentado de Debbie. Sus ojos ahora la miraban apagados.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora