CAPÍTULO XXX

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Eso debía ser una broma.

Damaris desvió su mirada de Diev hacia Seyn.

—El príncipe Ther murió hace más de una década. —le dijo, muy despacio, a su amigo.

—No lo hizo. —afirmó Mik—. Mara, te presentamos al príncipe Ther de Rariot, legítimo heredero a la corona...

—Y mi tío. —completó Seyn.

—Estoy bastante segura de que te engañaron, Seyn. Encontraron muertos al príncipe y a la Reina Igne.

—¿Estás completamente segura de lo que dices? —Diev sonrió de manera burlona, y se sentó nuevamente en la mesa—. El príncipe Ther era bastante pequeño cuando los enviaron a Cot, y la Reina solo quería proteger a su hijo de la guerra. No muchos conocían su apariencia.

—Lo que fácilmente podría explicar que eres un impostor. —Diev se rio ante sus palabras.

—Dreklai es un hombre bastante ambicioso, Damaris, y una madre suele conocer a sus hijos. De hecho, mis padres conocían a la perfección a mi hermano. Sabían que no podían dejar el Reino en las manos de un hombre como él. Mi madre siempre me decía que a Dreklai no le había agradado la idea de tener un hermano, así que se apresuró a buscar a una buena candidata para contraer matrimonio, por desgracia, la Reina Ginet no logró quedar embarazada hasta mucho tiempo después, y con la guerra, la situación tampoco era muy alentadora. Mi padre siempre fue un hombre bastante enfermizo, y su cuerpo era débil, así que cuando falleció, mi madre sabía que no estaría mucho más tiempo en el poder.

—Si en serio eres el príncipe Ther, no recordarías nada de esto.

—Recuerdo todo, en realidad, es a lo que llaman memoria fotográfica.

—No tengo ni la menor idea de qué es eso.

—La explicación corta es que recuerda cada pequeño detalle de su vida. —explicó Loto.

—Y recuerdo muy bien las advertencias de mi madre. Cuando nos enviaron a Cot, e inició la segunda guerra, ella supo de inmediato cuáles eran las intenciones de Dreklai, así que quiso crear un plan de escape para mí, sin embargo, la guerra llamó primero a nuestra puerta. Conocí a Mer y a Mik en Cot, en realidad. Ellos estuvieron conmigo ese día.

Damaris volteó de nuevo a los hermanos, quienes solo asintieron, con sus rostros en blanco. Lucían como si estuvieran recordando algo realmente desagradable.

—El padre de Mik trabajaba en el palacio como criado, y solía llevar a los chicos al palacio. Así fue como los conocí, y cómo conocieron a mi madre.

—La Reina Igne era una mujer maravillosa. —dijo Mer, asintiendo, con calidez en sus palabras—. Personas como nosotros suelen ser muy juzgadas por las personas de la alta sociedad, pero la Reina nos trataba muy bien. Ella cuidaba a nuestro hermano cuando nosotros íbamos a jugar con Ther.

—¿Su hermano? —parpadeó, confundida—. Creí que solo eran ustedes dos.

—Una vez fuimos 3. —dijo Mik, sombrío.

—Como dije, no muchos conocían mi apariencia cuando era un niño. —regresó su mirada a Diev, quien lucía una expresión abatida—. Aquel día, yo había ido a jugar con Mer y Mik lejos del palacio... realmente no podía hacer eso, pero quisimos explorar, así que nos alejamos. Meri se quedó con mi madre, y ella quería enseñarle a leer, porque lo veía como si fuera un hijo más, hasta le había regalado ropa que a mí ya no me quedaba bien. Meri era un año menor que yo, pero en aquel entonces, era casi de mi tamaño, y coincidíamos en ciertos aspectos. —se quedó callado, por un momento, y no le tomó mucho tiempo a Damaris darse cuenta que estaba regulando su respiración. Los ojos de Diev estaban brillando, y solo pudo seguir luego de soltar un suspiro tembloroso—. Cuando Mer, Mik y yo regresamos al palacio aquella tarde... —apretó la mano en un puño—... los habían asesinado a todos.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora