CAPÍTULO XXVIII

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—Loto me pidió que te diera esto. —Seyn le pasó un conjunto de ropa, y la miró con curiosidad—. ¿Te sientes mejor ahora? —preguntó, con algo de nerviosismo en sus movimientos.

—Algo así. —contestó Damaris, con su mirada en la ropa doblada.

—¿Crees que estés lista para hablar de eso? —volvió su atención a Seyn, y sonrió.

—No —respondió, con sinceridad—, pero si no lo hago ahora, jamás lo haré.

—No tienes que forzarte, Mar.

—Pues tendré que hacerlo. —se encogió de hombros—. No puedo perder el tiempo.

Seyn suspiró, apoyándose en el umbral.

—Entonces —dijo—, si necesitas a alguien, sabes que estaré aquí para escucharte, ¿verdad?

—Lo sé. Gracias.

—No tienes nada que agradecer. Tan solo... tratemos de no guardar más secretos entre nosotros, ¿te parece? Terminaremos arrancándonos las mechas si volvemos a tener una discusión. —Damaris soltó una risita, y luego la deshizo, al recordar aquello que no le había revelado a Seyn.

Se mordió el labio.

—Seyn, hablando de secretos... Hay algo que no te he dicho.

—Ya lo sé. —ella levantó su mirada, impresionada.

—¿Lo sabes?

—Mi padre puede ser un verdadero imbécil, como ya sabes, así que no me sorprende que les haya ordenado ocultármelo.

—¿Cómo te enteraste?

—Lastair me lo contó todo en cuanto pasó. Los conozco lo suficiente a Cas y a ti como para saber que no podrían ocultarme esa información por voluntad propia, así que lo lógico era que mi padre les ordenara guardar silencio. Mik los escuchó varias veces hablando de eso.

—El informante. —recordó, con los ojos entrecerrados.

—Sí, él mismo.

—Tienen mucho qué explicarme.

—Todo a su debido tiempo. —respondió, asintiendo—. De todas maneras —Seyn se encogió de hombros—, envié a alguien a Dria en cuanto me enteré.

—De todas formas, Seyn. Te oculté algo horrible. —él realizó un gesto con la mano, restándole importancia.

—No tenías opción, Mar. En ese palacio, todos son tus enemigos. No importa qué tan bien te haya tratado mi padre o que a ojos de todos hayas sido su hija, en cuanto desobedecieras una de sus órdenes, él se habría enterado y te habría castigado.

—Lo sé. —murmuró, cabizbaja.

—¿Ves? No tenías opción. No eres ilusa. Quitando a mis chicos, todos los demás le han jurado su lealtad a mi padre y están dispuestos a hacer valer este juramento.

—De todas formas, debí encontrar una manera... Lo siento —sacudió su cabeza—, de verdad.

—No te disculpes por algo que no estuvo dentro de tu control. Además, no me preocupo. —Damaris enarcó una ceja ante lo que dijo—. Bastian es un tipo fuerte, así que debería estar bien.

—¿Te lo dice tu corazón?

—Si algo muy malo le ocurriera a mi mejor amigo, estoy seguro de que lo sabría.

—Él aparecerá. —aseguró Damaris, dejando de lado su sonrisa divertida.

Seyn la observó, con seriedad, y asintió.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora