CAPÍTULO XII

57 7 23
                                    

Damaris observó a Seyn a lo lejos, con curiosidad.

Faltaba poco para que llegar a tierra, según les habían informado, y desde ese momento, su amigo parecía estar más ansioso que nunca.

Desde su sitio, parecía que Seyn hablaba animadamente con Lastair, pero Damaris no era tonta. Su cuerpo se encontraba tan tenso como la cuerda de un arco.

Ambos hombres voltearon a verla, y ella se encogió en su sitio, incómoda por haber sido descubierta.

Regresó su vista a mar abierto, esperando ver las costas de Rariot pronto.

—¿Esperando estar en casa, Lady Damaris? —giró su rostro a la persona que le habló. Mer parecía haber salido de su turno. Todavía llevaba parte de su armadura, pero lucía más relajado.

—Algo así. —se rio con suavidad—. Dria es un lugar hermoso, pero no hay nada como el hogar.

—La entiendo. Yo también deseo llegar a casa. No puedo ni descansar por el trabajo, pero es mejor estar en un lugar que conozco a la perfección.

Damaris sonrió, divertida.

—Estoy segura de que, si le dices a Seyn que te sientes cansado, él te daría hasta su cama para que duermas un poco. —Damaris pudo notar cómo se enrojecían las mejillas en la piel morena de Mer.

—No le podría decir algo como eso al príncipe Seyn. —contestó, avergonzado.

—Tengo la sensación de que igual lo notaría. —se rio—. Iré a ver cómo se encuentra todo. Aprovecha para descansar, ahora que tu guardia ha terminado. Te llamaré si necesitamos algo de ti.

—Lo haré, Lady Damaris. Muchas gracias. —ella asintió, y se dirigió a la bodega.

Mer miró a la joven que desaparecía de su vista, y se acercó a Seyn y a Ther.

—Creo que está preocupada por ti. —dijo Mer, apenas se plantó ante ellos.

—No trataste de meterte en su cabeza, ¿o sí? —Seyn se cruzó de brazos, enarcando una ceja.

—Por supuesto que no. —puso los ojos en blanco—. Jamás le haría eso a nadie sin su consentimiento, pero es difícil ignorar la manera en que su corazón late respecto a ti.

—¿Absoluto amor y cariño?

—Absoluta tristeza y preocupación. —corrigió—. Ella sabe que hay algo que está mal, Seyn. La manera en que habla cuando está contigo, su aura... Todo. ¿No crees que...?

—No. —dijeron ambos al unísono, con dureza.

Mer unió sus labios en una fina línea, y se fue de ahí, sin decirles nada más, en dirección a su camarote.

Cerró la puerta, y se dispuso a quitarse la armadura. Odiaba con su corazón tener que usar esa cosa.

Estiró los músculos cuando se quitó todo de encima.

Tocaron la puerta del camarote, pero no contestó, sentándose en la cama para quitarse las botas.

La puerta se abrió, de todas formas, mostrando a un Seyn que se asomaba por el umbral.

Le mostró una sonrisa suave, nerviosa. Mer escuchaba su corazón latir con más fuerza a medida que ingresaba a la habitación.

—Hola. —le dijo Seyn, con suavidad, cerrando la puerta tras de sí—. Lo siento por lo de antes.

Mer no contestó. Tan solo lanzó las botas a otro lado, y luego lo miró.

—No pretendo obligarte a hacer nada, Seyn, solo te aconsejo. Entiendo que desees protegerla, pero ser sincero con ella... Al menos un poco, me parece que es lo mejor.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora