CAPÍTULO XLI

49 6 2
                                    

Ther de Rariot se aseguró de pronunciar perfectamente cada una de las palabras de su juramento. El pueblo de Rariot se extendía frente a él, expectantes y en silencio, observando cada uno de sus movimientos.

Ther se sintió temblar ante cada una de las palabras de la sacerdotisa.

—Mira bien el pueblo que se encuentra frente a ti, Ther de Rariot. Esta es la gente que has jurado proteger de todo mal. Ellos se postrarán a ti de ahora en adelante, anhelando tu cuidado. De esta manera, en nombre del pueblo de Rariot y de Cot, te declaro a ti, Rey de Rariot.

Seyn tomó la corona que se encontraba sobre una plataforma especial, y se acercó a Ther, con el rostro solemne.

Ther inclinó su cabeza, estremeciéndose cuando sintió el peso de la corona sobre su cabeza.

Levantó el rostro, encontrándose con el rostro sonriente de Seyn, quien se volteó para tomar el cetro, y presentarlo ante él.

—Pueblo de Rariot, representantes de la Unión de la Tierra, el Rey Ther de Rariot.

El pueblo exclamó en vítores al escucharlo.

Ther tomó un respiro profundo y sonrió con amplitud, dando un paso al frente.

El silencio se extendió poco a poco, al darse cuenta que iba a hablar.

—Mi madre siempre me enseñó que lo más importante es el pueblo. —comenzó diciendo, con voz solemne—. Ella deseaba que el Reino estuviera en mis manos algún día, y ella estaría a mi lado para guiarme en lo que necesitara. Por desgracia, nos quitaron a una mujer maravillosa como lo era ella demasiado pronto. Como Rey, haré todo porque la paz prevalezca y ustedes no se vean perjudicados por los pecados de nuestros antepasados... —se quedó en silencio por un par de segundos, y luego esbozó una pequeña sonrisa—. Confiaron en mí una vez como Lastair Diev. Les pido que confíen en mí como Ther de Rariot.

Las personas aplaudieron con fuerza, asintiendo con la cabeza.

Los representantes de la Unión de la Tierra se acercaron a él a dejar sus felicitaciones.

—Ther, en Dria estaremos encantados de recibirte cuando lo necesites. —dijo Clarissa, tomando sus manos—. Confía en nosotros lo que necesites. Eh...

—Sé que debes regresar a casa. —habló Ther, antes de que ella pueda mencionarlo—. Gracias por venir hasta aquí, Su Majestad, significa mucho para mí.

Clarissa sonrió, y besó su mejilla.

—Por supuesto que estaría aquí. Has sido un gran amigo por años. Personalmente, siempre te he apoyado, sin importar cuál sea la causa. —Ther se rio, y asintió.

—Muchas gracias, Clarissa. Eh, ¿no habrá problemas con el Rey Blashk?

—Oh, ¿con este bobo gruñón? —agarró al Rey de Buleard, quien se encontraba charlando con Krist y Aras, del brazo y lo arrastró hacia ella—. Si nosotros nos amamos. Dile, Blashk. —le instó, con una risita.

—Es la amiga más molesta que tengo. —admitió Blashk, asintiendo.

—Sí, y la próxima vez que trates de meterte con mi familia, voy a golpearte tan fuerte que no podrás olvidarlo. —le respondió Clarissa, risueña, sacudiendo el cabello del Rey, quien solo trató de alejarla—. Nos veremos pronto en la coronación de Alyssa. Sea el día que sea. Nos vemos, chicos. —ella le sonrió por última vez, antes de ingresar nuevamente al palacio, arrastrando consigo al Rey de Scand. Parecía que no se había olvidado de sus asuntos.

Blashk y él se miraron, y solo asintieron.

Ther volteó hacia sus amigos, quienes conversaban entre ellos animadamente.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora