CAPÍTULO XXXIII

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—Su Alteza Damaris, nos hubiera llamado en cuanto despertó. —dijo Yew, secando su cabello.

Damaris tenía todas las ganas de cortarle la mano, pero se mantuvo tranquila, bebiendo una taza de té.

—No hay necesidad.

La puerta de la habitación fue tocada, por lo que ella volteó la mirada hacia la misma.

El asesino de sus padres apareció por el umbral, luciendo una sonrisa venenosa en los labios.

—Damaris, querida. Cómo me alegra que hayas despertado. —Dreklai se acercó a ella, y la acogió en sus brazos.

La repulsión se arremolinó en el estómago de Damaris.

Sus ojos se encontraron con los de Castien, quien había entrado detrás del Rey, y los apartó rápidamente, separándose del monarca.

—Gracias por la preocupación, Mi Señor.

—¿Crees que puedas contestar unas preguntas para Castien?

—Sí. No hay problema. —aceptó, sin mayor problema. Era mejor cooperar con ellos.

—Dam, ¿qué recuerdas de esa noche?

—Uhm... —fingió estar pensando por un momento—. Recuerdo que estaba bailando con el Embajador Diev, cuando nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Diev me quería alejar del peligro, pero conozco mi deber, así que me separé de él un poco antes del apagón. La verdad es que no pude ver a nadie. Había demasiadas personas, y después me desmayé. Creo que me durmieron, como la vez del cumpleaños de Seyn. —se encogió de hombros.

—¿No viste a nadie, entonces? —Castien frunció el ceño.

—La verdad no. Desperté sola en un bosque, pero me habían robado todo. Creo que se dieron cuenta de quién era y por eso no me hicieron nada más.

—¿Entonces cabe una posibilidad de que tú no hayas sido el objetivo?

—Eso creo. Debe haber un grupo de rebeldes en contra de la corona como para haber atacado al Concejo... Por cierto, ¿qué pasó con ellos?

Castien suspiró, y se sentó a su lado, explicando la información de Damaris ya conocía. La mitad de los miembros del Concejo habían sido asesinados aquella noche. Con las palabras de Damaris, ya no estaba seguro de la teoría en la que ella era la causa principal del ataque.

—Tal vez eran personas que estaban en contra de los miembros del Concejo. —propuso Damaris, tratando de cambiar la perspectiva de los presentes—. A muchas personas no les gustaba precisamente la forma en que hacían su trabajo, y mataron a los más problemáticos. ¿Tal vez el objetivo era algún hijo o hija de uno de ellos? Recuerdo que varios de ellos estuvieron con nosotros esa noche. Tal vez querían secuestrar a uno de ellos como venganza o algo así.

—Lo que dices es factible, sin embargo, todavía debemos investigarlo. Si alguien está detrás de los miembros del Concejo, deben ser protegidos.

—También debemos hacer nuevas estrategias de seguridad para los ciudadanos. Deben estar preocupados por lo que nos pasó a mí y a Seyn... ¿anunciaron su muerte? —preguntó, con la mirada apagada.

—Lo hicimos. —Castien tomó su mano, dándole un suave apretón.

—No me imagino cómo se han de sentir las personas. —Damaris suspiró, afligida—. Querían mucho a Seyn.

—Ellos son personas fuertes. —dijo el Rey, logrando que ella levante la mirada hacia él—. Lo superarán.

—Supongo que tiene una razón. —sonrió, con tristeza.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora