CAPÍTULO XX

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—Seyn, se nos hará tarde. —dijo Mer, mirando su reloj.

—Sí, espera un minuto. —Seyn recorrió el salón, y buscó a Castien y a Damaris.

El baile todavía no comenzaba, pero sabía que ellos debían estar dando indicaciones a los soldados.

Abrió la puerta que daba al pasillo directo al campo de entrenamiento, y entró.

Seyn sonrió, mientras los soldados lo saludaban con firmeza, y sus amigos solo asintieron hacia él.

Llevaban sus mantos del ejército sobre la ropa que Seyn les había dado, con sus espadas en la cintura.

Seyn sonrió con amplitud y fue corriendo a Castien.

—¡Cas! —estrechó a su primo entre sus brazos—. ¡Gracias! El regalo que me dieron está hermoso.

—Es lo menos que podíamos hacer por ti. —Castien sonrió, cuando se separaron.

—Sí te pusiste lo que te regalé. —señaló Seyn, emocionado.

Cas se rio.

—Sí, me lo puse, aunque recibí muchas quejas al respecto.

—Parecemos hermanos con esto puesto. —dijo Mar, ajustando las mangas.

—Porque para mí, ustedes son mis hermanos. —ambos levantaron su mirada hacia Seyn, y él sonrió—. Nunca tuve hermanos de sangre, pero tampoco los necesito. Estoy agradecido de que estén conmigo esta noche.

Sus amigos se miraron mutuamente por un par de segundos, y luego volvieron a mirar a Seyn.

—Siempre que nos necesites, estaremos para ti. —aseguró Mar, tomando su mano.

Seyn se obligó a sonreír, y abrazó a Cas, con fuerza.

—Muchas gracias por aguantarme por tantos años. —murmuró, en su oído.

—No es como que pueda deshacerme de ti. —Castien se rio, separándose.

Seyn abrazó a Mar, con la misma fuerza que en la mañana, pero esta vez no dijeron nada.

—Su Alteza —escuchó a Mer detrás de él—, se está haciendo tarde. —le recordó.

Seyn se separó de Mar, y sonrió.

—Estarán muy ocupados esta noche como para pasar el rato conmigo, así que cuídense, ¿de acuerdo? —se dio la vuelta, y encaró a Mer.

Tragó saliva, y se encaminó a la salida.

Damaris inspeccionó a los soldados, y luego miró todo el salón

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Damaris inspeccionó a los soldados, y luego miró todo el salón.

Sus ojos se encontraron con los del Rey, quien hizo un gesto con la mano, llamándola.

Damaris dejó su puesto de guardia, y se acercó.

Castien se encontraba a un lado del Rey, observando con rostro estoico a los invitados.

El Villano de Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora