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Taila dirigió a Mando hacia un caminante en la superficie de Seelos. Él miró de reojo a la chica, pero ella no sé dio cuenta por el casco. Aun así, parecía incómoda. Quizás sí había reparado en su mirada gracias a sus poderes Jedi, aunque estuvieran desentrenados, porque cuando estaban descendiendo sobre la superficie, ella advirtió:

—Mis padres no son gente normal —suspiró mientras se ponía en pie—. Puede que tú seas mandaloriano y que las armas sean tu religión, pero ellos fueron soldados toda su vida. Si creen que eres una amenaza no llegarás a subirte al caminante.

Mando intentó no suspirar con escepticismo. Después de todo, aquella chica era su única manera de llegar hasta los Jedi. Y por mucho que ella tuviera los mismos poderes que Grogu, a simple vista, no le parecía alguien amenazante.

—¿Por qué vivís en un caminante imperial?

Ella no respondió, se limitó a bajar por las escaleras a la parte inferior de la nave. Mando la siguió, decidiendo dejar atrás su rifle y cogiendo a Grogu (quien estaba dormido y al que aún no acostumbraba a llamar por su nombre) en brazos.

Taila esperó a que Mando accionara la trampilla y después bajó primero. Si dijera que no se sorprendió un poco cuando ella encendió el sable láser que llevaba en la mano, estaría mintiendo.

Sin embargo, el brillo verde del arma destacaba en la superficie clara y seca del planeta, donde los soles cada vez brillaban con menos fuerza.

Se dio cuenta de por qué había desplegado el arma: había tres figuras en lo alto del caminante imperial modificado, el cual contaba con una plataforma de aterrizaje en lo alto.

Una de las figuras bajó un rifle al reconocerla y se giró hacia los demás. Las tres figuras desaparecieron de la vista de Mando.

—Podemos aterrizar en el caminante, ahora que nos han visto y saben que soy yo.

Mando frunció el ceño. Alargó la mano hacia la chica, quien le miró con cara rara, y él suspiró, señalando la mochila propulsora.

—Odio esas cosas.

Aun así, se acercó a Mando y se apretó contra su armadura. Él le rodeó la cintura con los brazos tras pasarle el niño, y se elevaron por los aires. Grogu gritó de emoción al despertarse, pero Taila no emitió sonido alguno mientras su pelo castaño revoloteaba en el aire violentamente.

Mando aterrizó en la plataforma, soltando a Taila de inmediato. Ella le pasó de nuevo el niño, quien movió las orejas con felicidad por volver a estar en los brazos de Mando, y entonces él pudo observar las figuras que los esperaban cerca de una trampilla.

Había dos hombres idénticos. Eran altos, morenos, con barba y pelo blancos respectivamente. El que no estaba rapado llevaba un bigote espeso. Parecían mayores, pero a la vez se veía que no dudarían en usar los blásters que llevaban en las manos.

STRUGGLE ━ The MandalorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora