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Estando solo en la zona que aquella familia consideraba el salón, Mando posó al niño en el suelo y frotó sus manos, escondidas en los guantes oscuros, una contra la otra.

Suspiró, mientras Grogu avanzaba tras él soltando monosílabos.

—No tengo ninguna gana de hacer esto —se quejó al niño.

Pero sabía que debía tener esa conversación con la chica, aunque fuera con pocas intenciones de convencerla.

Apreciaba su ayuda y la de su familia, por supuesto, pero no necesitaba que le acompañara. Además, su misión era llevar al niño con los suyos, no llevar a cabo una gran reconciliación familiar.

Grogu musitó algo incomprensible de vuelta, y Mando se lo tomó como su indicación de picar a la puerta tras la que se había metido Taila.

Nadie respondió, pero la puerta se abrió y Mando pestañeó para acostumbrarse a la poca luz que había en el interior.

La única luz que estaba encendida era una pequeña y amarilla que había cerca de la cama. Esta era una litera, con una mesa (también pequeña), debajo. Además, había una silla y un armario.

Taila estaba sentada en lo alto de la cama, con las piernas cruzadas. Le miró con escepticismo desde arriba, pero sonrió cuando vio al niño abrazar la pierna de Mando y asomarse para saludarla.

—Hola, pequeño —respondió cuando él balbuceó algo.

Después miro a Mando y esperó a que dijera algo. El hombre se revolvió mientras la puerta se cerraba tras de sí. Taila no apartó sus ojos oscuros de él, incluso cuando su maraña de pelo rizado parecía taparle la cara incómodamente.

—Percibo lo que te pasa desde aquí, mandaloriano —sonrió cuando él no dijo nada.

Mando frunció el ceño.

—¿Puedes leerme la mente?

Sonó más estúpido de lo que pretendía. Pero es que aún le sorprendía que se hubiera podido comunicar con el niño usando la mente. Si podían mover cosas sin tocarlas y hablar sin palabras... ¿quién decía que los Jedi no tenían poderes para entrar en la mente de uno?

—No es así como funciona —respondió ella—. Simplemente puedo saber que no quieres estar aquí. Es bastante útil, si me preguntas. Sobre todo porque no te puedo ver la cara.

En otra situación, quizás el comentario entrometido de siempre le hubiera molestado. Esta vez Taila estaba sonriendo, así que él relajó los hombros y decidió decirle lo que pasaba. No le gustaba que cuestionaran su estilo de vida, porque él no cuestionaba el de nadie, pero le pareció que Taila no estaba haciendo eso.

—Tus padres me han dado las coordenadas de Ahsoka Tano —le informó—. Quería agradecerte tu ayuda.

Ella ladeó la cabeza hacia un lado, asintiendo cortamente.

STRUGGLE ━ The MandalorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora