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Cuando Taila vio el caza estelar Ala-X de la Nueva República aterrizar fuera del escondrijo mandaloriano, suspiró. Sentía el nerviosismo de los mandalorianos a su alrededor: tenían miedo de que su nuevo hogar hubiera sido descubierto, de que tuvieran que buscar otro sitio donde exiliarse, de nuevo.

—Capitán Carson Teva —dijo el hombre, delante de la entrada aparentemente vacía de la cueva, con los brazos extendidos—, de los rangers de Adelphi. Tengo un asunto urgente que atender.

La armera, situada al lado de Taila en lo alto de la montaña, inspiró.

Paz Vizsla (seguido de varios mandalorianos más) fue a darle la bienvenida al hombre vestido de naranja, aunque en realidad dijo:

—Lárguese, azul. La Nueva República no es bienvenida aquí.

—Perdón por aparecer sin avisar —se excusó el otro hombre—. Pero, de haber anunciado mi visita, su refugio se hubiera vaciado antes de que llegara.

Taila oyó la voz grave de Din a sus pies.

—¿Cómo ha conseguido encontrarnos? —le preguntó a Carson mientras se acercaba—. Los mandalorianos nos preciamos de nuestro secretismo.

—Por suerte, alguien con quien serví en la República está entre sus filas. —Taila suspiró de nuevo—. De hecho, hay dos "alguien", aunque una de ellas no ha vuelto a encender su intercomunicador cifrado.

Rojo salió de entre los mandalorianos. Los pitidos contentos del droide la delataban.

—Gracias, Errecinco —sonrió Carson.

Taila sentía la mirada de la armera sobre su rostro. Sin mirarla, se puso de pie y saltó. La Fuerza la impulsó en el aire, de tal manera que aterrizó junto a Din y el resto de los mandalorianos. El visor del mandaloriano de armadura plateada se giró brevemente hacia su rostro, aunque Taila estaba devolviendo la mirada de Carson.

—Ahora tendremos que trasladar nuestro escondrijo.

Carson frunció los labios.

—Cuando Errecinco me dijo que estabas con los mandalorianos, Unmel, no me lo creí. Intenté contactar contigo, pero vi que tu intercomunicador estaba apagado.

Ella se encogió de hombros.

—Lo apagué hace mucho tiempo, Carson.

—Podríamos matarlo —dijo Vizsla desde su sitio, interrumpiendo su conversación—. Y quedarnos aquí.

Taila levantó una ceja, pero antes de que pudiera responder, Mando se adelantó.

—Este hombre fue clemente conmigo una vez, y ahora le devolveré el favor. Márchese, Azul.

Cuando Carson levantó la mirada de nuevo hacia el rostro de Taila, ella pudo leer sus rasgos enseguida.

—¿Qué ha pasado, capitán?

STRUGGLE ━ The MandalorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora