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Fue así como llegaron al sistema. En vez de entrar en la atmósfera de Mandalore, se acercaron al castillo mandaloriano de Kalevala, otro planeta del sistema, y donde Taila sabía que vivía Bo-Katan.

Aterrizaron con el Totale en la parte frontal de la fortaleza gris, construida con formas rectas y ángulos obtusos que reflejaban la fuerza de la familia que debería de haber habitado su interior.

Llovía con fuerza, y Din apretó al niño contra la placa de su cuerpo mientras rodeaba con un brazo a Taila, usando su capa para tapar la cabeza de la chica y la mayoría de su cuerpo y resguardarla de la lluvia: a él no le importaba que lloviera, pues su casco y el beskar cubrían cada centímetro de su cuerpo.

Caminaron en silencio hasta la entrada del castillo, donde les esperaba un droide de protocolo azul al que Taila le dijo:

—La hija de los Unmel está aquí para ver a tu señora.

El droide asintió.

—Bienvenida, Lady Taila Unmel.

Los cuerpos de Din y Taila se separaron lentamente (como a regañadientes) al estar dentro de un pasillo oscuro, sólo iluminado por la luz que entraba por las ventanas sin cristal, por las cuales se colaba, también, agua y viento frío.

Los ecos de las botas de la armadura mojada de Din repiqueteaban por el pasillo de la sala del trono, lleno de estandartes de la casa Kryze. Frente a él, Taila caminaba sin hacer ruido, como si fuese más bien parte de una visión.

Din habló antes de que incluso se detuvieran, pues le molestaba ligeramente que la mujer peligrosa estuviera desparramada en el trono, con el casco a su lado y la armadura puesta, mientras miraba por la ventana más cercana sin reparar en su presencia.

—Bo-Katan —llamó, y la mujer no se giró—. Soy Din Djarin. Vengo a unirme a vosotros.

Por fin llegaron a la altura del trono, y Taila frunció los labios al ver el rostro amargo de la mujer. No necesitaba la Fuerza para sentir su tristeza, su frustración... y su rabia, cuando se giró a mirar a Din. Inconscientemente, Taila dio un paso para cubrir parte del cuerpo del mandaloriano (y el del niño, por consiguiente) en un ademán protector, mientras acariciaba el sable en su cinturón.

Como si Din necesitara que le protegieran.

Eso hizo que los ojos de Bo-Katan se deslizaran a la figura de la chica.

—Lady Kryze —pronunció ella, despacio, como saludo.

Las cejas de Bo se arquearon débilmente.

—Unmel —respondió—. Creí que habrías dejado al mandaloriano hace mucho.

Taila soltó el sable, cruzándose de brazos.

—Din Djarin y yo somos compañeros.

La mujer casi sonrió.

STRUGGLE ━ The MandalorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora