Capítulo 8

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Hoy no hay reglas.

Edmond.

Ordenar libros ha sido la actividad más estúpida y agotadora que he hecho en un buen tiempo. El único beneficio que obtuve de esta situación, es poder ver a Lana el resto de la mañana, y aunque a penas pudimos hablar gracias a la estúpida norma:

«Haz silencio en la biblioteca»

Me sentí bien, porque aunque estuviéramos en silencio, se que ella estaba a mi lado y eso ya era suficiente.

Estacioné mi camioneta frente a su residencia y esperé a que saliera, me dijo que iría a ese partido conmigo y aunque odio el estúpido béisbol, es la mejor manera que encontré de pasar tiempo con ella.

La vi acercándose a mi camioneta con paso lento, pero su rostro no tiene ese usual brillo radiante, no el que tenía justo esta mañana cuando estábamos juntos en la biblioteca, aunque para ser sincero, desde hace mucho que no veo ese brillo.

Se subió a mi 4x4 y sonreí al ver su atuendo.

—¿Qué demonios traes puesto?— Reí y volví a observarla.

Una chaqueta gigante de jeans cubre su delgada figura y la hace lucir despreocupada, junto a un top color blanco, unos jeans rasgados y sus tenis negros.

—¿No me veo bien?— Preguntó con confusión observándose a si misma.

Sonreí dándole un último repaso con mi mirada.

—Estas perfecta.

Arranqué mi camioneta con prisa, para llegar al estadio dónde se llevará a cabo el partido de béisbol, del cual ni siquiera recuerdo el nombre de los equipos, recuerdo que mi padre solía llevarme a ver partidos y me gustaba en su momento, pero desde ese entonces todo ha cambiado. 

Desde que llegué nuevamente a este lugar no he visto a mi padre, y la verdad no me causa ningún tipo de placer verlo, recuerdo que las últimas noticias que tuve por parte de él, era que estaba ingresado en un instituto para alcohólicos.

Bajamos de mi camioneta y una multitud de personas se encuentra aglomerada en la entrada del estadio, tomé la mano de Lana y esta se tensó al instante, pero no dijo nada, caminamos entre la multitud hasta llegar a nuestros lugares en la banca, le pedí a una chica un par de cervezas y rápidamente me las entrego.

Fruncí mi ceño con fastidio al observar y escuchar la multitud a nuestro alrededor, los gritos enloquecidos del público cuando comenzó el partido. Observé a Lana pillándome varias veces de reojo y luego volviendo a centrar su atención en el juego.

Se quitó su chaqueta y se giró en su asiento.

—¿Todo está bien?— Me preguntó al observarme completamente obstinado de todo a mi alrededor excepto ella.

Le regalé una sonrisa y asentí con mi cabeza—  He estado mejor —Confesé relamiéndo mis labios y sin querer posando mi vista en su escote.

Una punzada en medio de mis piernas me hizo entender que estoy mirando sus pechos más de lo que debería.

Aparté la vista y observé a un chico rubio observando detrás de nosotros la vista que yo acabo de dejar de ver.

Apreté mis puños con fuerza hasta que vi mis nudillos ponerse blancos.

Lana también observó eso y no me pareció nada extraño, después de todo es extremadamente detallista.

—¿Qué pasa?— Me susurró con voz baja en mi oreja para que solo yo la escuchara.

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