Capítulo 9

1K 120 8
                                        

Egoísta.

Alaina.

Llegamos— Anunció Edmond, observándome detenidamente.

Estacionó su camioneta y sonreí inmediatamente al observar la casa de su infancia frente a nosotros, la casa dónde sus tíos lo criaron luego de que su madre falleciera.

Bajamos de la 4x4 y nos dirigimos a la entrada de la casa en silencio, Edmond se encargó de encender las luces de toda la casa, ya que todo se encontraba completamente a oscuras, mientras que yo me dedicaba a recorrer todo el lugar, observando fotografías y algunos trofeos de diferentes clases de deportes en una vieja repisa en la sala de estar.

Observé una fotografía vieja, de una mujer de cabello negro y largo, de contextura delgada y de piel blanca como la nieve, con unos hermosos ojos de color miel, sonriendo de manera pícara abiertamente para la cámara, mientras posaba en un parque. Una sonrisa se dibujó en mis labios y tomé la fotografía entre mis manos para observarla mejor.

Definitivamente esta mujer era la madre de Ed, él había heredado sus mismos ojos y esa sonrisa tan característica y perfecta.

—Era hermosa, ¿verdad?

La voz de Edmond se escuchó detrás de mi e involuntariamente di un pequeño salto, ya que no esperaba que estuviera observándome.

—Lo lamento... Yo solo estaba... Yo solo... —Ninguna oración coherente se formó en mis labios, aparte de los balbuceos.

Edmond sonrió observando la fotografía y me observó fijamente.

—Puedes conservarla —Se encogió de hombros.

No puedo, al observarlo sonriendo de aquella manera observando a esa hermosa mujer de la fotografía supe cuál importante era esa fotografía para él.

—No puedo, es tuya —Le entregué la foto, pero Edmond se negó.

—Lana...— comenzó —Quiero que tu la conserves.— Habló con total seriedad.

El brillo en sus ojos fue tal, que no pude entender la cantidad de emociones cruzando por su cabeza.

—Esta bien— Hablé rindiendome y guardando la pequeña fotografía en mi bolsillo.

Seguí observando las fotos junto a él y sonreí al verlo de niño, sentado en un muelle de pesca junto a sus tíos.

—Creo que somos momentos... — Suspiré observando la fotografía de ese pequeño niño de sonrisa radiante y concluí—  Cargados de infinita eternidad.

Edmond me regaló una sonrisa ladina y asintió suspirando con algo de nostalgia.

—¿Quieres subir?— Me preguntó después de unos minutos.

Asentí con mi cabeza y lo seguí escaleras arriba.

La casa de sus tíos es más grande de lo que la recuerdo, todo está perfectamente ordenado y limpio. Edmond se detuvo frente a la puerta de la que era su habitación, recuerdo que era esta porque aquí una vez, nosotros...

Diablos.

El rubor se instaló en mis mejillas e inmediatamente me acaloré, Edmond me observó y abrió la puerta, pero no me pasó desapercibida la sonrisa torcida dibujada en sus labios.

Al entrar en su antigua habitación sonreí al observar todo, tal y como lo recuerdo, la decoración de cuando era niño sigue estando ahí, decorando las paredes azul eléctrico, el escritorio de la habitación está cubierto de hojas de cuadernos, tomé una entre mis manos y sonreí, todo está... Igual. Igual que en mis recuerdos.

Justo AhoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora