Capítulo 14

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ÉL, él y solo él...


Alaina.

Me desperté sin saber exactamente dónde estoy, mis ojos se abrieron con lentitud, mis parpados se encuentran pesados y tuve que obligarme a entrecerrar mis ojos nuevamente para poder acostumbrarme a la luz del lugar.

Sentí mi garganta seca y algo adolorida, observé la habitación blanca a mi alrededor y ese olor tan carcteristico, mi mente lo asoció todo.

Estoy en el Hospital.

A mi mente comenzaron a venir los recuerdos uno a uno e inmediatamente me paralicé.

Mi habitación hecha trizas, el vaso de cristal estrallandose en el suelo, el corte en mi mano, la sangre, la fotografía sobre mi cama, mi ataqué de pánico, el miedo y luego...Edmond.

Edmond llegó en el instante donde estaba a punto de colapsar, de hacerme trizas por completo. fue lo último que vi antes de desmayarme.

Observé el techo de color blanco del hospital, comencé contar del uno al veintidós para intentar regularizar mi respiración y mis recuerdos, cuando de pronto se abrió la puerta de la habitación.

Sus ojos color miel hicieron conexión inmediata con los míos, una pequeña sonrisa torcida se dibujó en sus labios, su aspecto se encuentra algo desaliñado, su cabello está hecho un revuelo, con mechones de un lado a otro, sus facciones endurecidas se relajaron cuando sonrió y esté como esté, sigue luciendo guapísimo.

En sus manos trae una bandeja desayunadora repleta de comida, mi estomago rugió en respuesta, porque dada las circunstancias no he comido nada.

El pelinegro dejó la bandeja en una mesita frente a mi y se acercó con paso firme hasta la cama donde me encuentro y tomó asiento en un sofá junto a esta.

Lo observé tomar mi mano y besarla con delicadeza, gesto que hizo que mi cuerpo entero temblara con un escalofrío por tan simple gesto.

-¿Estás bien?- Preguntó con voz calmada y ronca, se escuchó casi como un susurro. Rompió el silencio que ninguno de los dos se había atrevido a romper.

Asentí con mi cabeza observándolo fijamente.

-Eso creo.- Sonreí debilmente intentando hacerlo más llevadero.

-Te traje algo de comer.- Señaló la bandeja que había dejado hace unos segundos frente a mi cama.- La doctora dice que te encuentras algo delgada.

Hice una mueca.

-No lo creo.- Respondí en mi defensa.

Edmond suspiró y asintió con su cabeza, en manera de rendición.- Lo estás nena.

Nena...

Joder, sí que lo sabía, pero que él me lo diga lo hace más complicado todo.

-Todos están preguntando por tí.- Cambió el tema inmediatamente, al notar mi incomodidad.- Matt, Britany y Maya están allá afuera esperando para entrar a verte.

Edmond me observó fijamente durante unos segundos que me parecieron eternos, antes de preguntar.

-¿Qué fue lo que pasó?

Sabía que iba a preguntar esto, tarde o temprano iba a hacerlo y yo tengo que mentirle, no puedo decirle la verdad. No puede saber de Aron o perdería la cabeza.

-Entré a mi habitacíón y simplemente colapsé- Mentí descaradamente viendolo a los ojos y pronunciando la oración con voz suave, casi a punto de romperme a llorar al recordarlo..- Todo el estrés ultimamente de la universidad me ha tenido muy agitada y no lo soporté más, comencé a tirar todas mis cosas de un lado a otro sin poder evitarlo, mi vaso de agua resbaló de mis manos y cayó al suelo. haciendo un estruendo y dejando restos de cristal roto por todo el lugar, cuando me senté en el suelo mi respiración comenzó a volverse irregular y sentí que no podía respirar.- Confesé y de esto si no tenía que mentir, ya que si fue real.- Intenté removerme en busca de aire y me corté con un cristal.

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