Capítulo 1

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Con sus ojos clavados en la taza de café, Paul sigue repasando el informe en su cabeza como si se tratase de un puzle imposible de descifrar. Lo ha leído tantas veces y, sin embargo, no logra darle una solución. Un hombre de veintiséis años apareció muerto esta mañana en el salón de su casa, con un agujero en el pecho. El agujero era tal que era imposible que hubiera sido hecho por una persona humana. Más bien, parecía como si algo se le hubiera escapado del pecho.

En el informe forense consta que le faltaba el órgano del corazón, algo curioso, puesto que no tenía las costillas rotas ni los pulmones desplazados de su sitio o dañados. Pareciera que ese órgano se le hubiera desintegrado. Nada de lo que sucede tiene sentido en la cabeza de Paul. ¿Qué clase de asesino es este? Eso en caso de que haya un asesino, claro.

Por si no fuera suficiente, en la escena del crimen, no se encontró ni una sola gota de sangre y mucho menos, alguna huella. Ni siquiera el pecho de la víctima estaba ensangrentado. Era como si se hubiera quedado sin ella.

—¿Qué? ¿Repasando? —Riley, una joven de pelo corto y castaño se acerca a su mesa. Va con el uniforme de policía porque acaba de venir de patrullar. Paul, por su parte, va de incógnito, con unos vaqueros y una camiseta blanca.

—No soy capaz de encontrarle algún sentido —Paul suspira y se lleva las manos al cabello, despeinando su corta melena castaña.

—No te esfuerces. Llevamos una semana con esto. No vamos a sacar nada que pueda tener algún sentido.

Paul le da otro sorbo a su taza. Su compañera le echa un vistazo mientras él mantiene su mirada fija en la pared blanca que hay a unos metros de la mesa en la que está sentado. Es el único cliente de la cafetería de la comisaría, lo que hace que las voces de ambos hagan eco en la blanca y vacía sala.

—Sigo pensando que deberíamos indagar en sus contactos cercanos.

—Era viudo y sin hijos. Sus hermanos viven en Alemania y no han sabido nada de él hasta que ha muerto. Sus vecinos ni habían mantenido contacto con él. Lo único relevante es que trabajaba en la casa de los Edevane y ya sabes que, para hablar con ellos, al menos, necesitaríamos una prueba de que fue un asesinato.

—Pues, en ese caso, tenemos que infiltrarnos como sea.

—¿Ah sí? —Riley alzó una ceja—. ¿Y cuál es tu plan? ¿Nos disfrazamos de duques y fingimos que les conocemos de toda la vida? Son gente de negocios, Paul. Se conocen todos.

—No necesariamente tenemos que hacernos pasar por gente rica. Podemos entrar como el servicio.

—Vamos a ver,  ¿cómo pretendes que uno de esos arrogantes se pare a hablar con el servicio sobre uno de sus criados? ¿Te estás oyendo?

Paul se levanta de la silla rápidamente y sale de la cafetería.

—¿Y a dónde vas ahora?

La ciudad de Nueva York se llena de carteles luminosos hoy. La colección Edevane acaba de ser publicada y esta noche es su desfile. Entre sus modelos, las jóvenes más guapas de Estados Unidos, algunas, incluso, ganadoras de concursos de belleza. Sin embargo, a ellas se les incorpora un nuevo fichaje: la hija pequeña de los Edevane. La joven de diecisiete años por fin se une a sus dos hermanos en la carrera de modelaje y, desde luego, no tiene nada que envidiar al resto de chicas. No hay joven en toda Nueva York que no quiera ser ella y más cuando su cara decora cada rincón de Nueva York.

Pauline Edevane, la matriarca de la familia, vuelve a revisar los vestidos. Sus tacones negros llevan repicando durante casi dos horas, pues se ha dedicado a pasearse entre las modelos, entregándoles sus vestuarios y dando sus últimos retoques. Las modistas viajan de un probador a otro, correteando con sus cintas métricas y sus agujas.

Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora