Capítulo 11

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Pauline Edevane ha recibido una visita muy agradable en su casa. Se trata de Rennè Moureau, una joven empresaria francesa que, con tan solo veintidós años, se ha convertido en una de las más exitosas en su país. Sus colecciones de vestidos de gala se venden ya por toda Europa, siendo de los más apreciados. Han sido su talento y su simpatía los que la han llevado a comer ese día en casa de la familia Edevane, dueña de la empresa que despertó al genio que la joven llevaba dentro.

Aparte de su más que notable éxito en el mundo de la moda europea, su belleza es digna de admirar. Su pelirroja melena y sus ojos azules destacan en cualquier revista parisina y sus pecosas mejillas, lejos de convertirse en un complejo, han logrado que muchas jóvenes fanáticas de toda Europa comiencen a dibujarse pecas e, incluso, tatuárselas.

Sin embargo, más allá del Atlántico, la joven no puede ser más desconocida, a nivel público. Si bien es cierto que los amantes de la moda la tienen en consideración pero ni sus diseños ni su fama han trascendido lejos de Europa.

—¿Quién es esta? —le pregunta Nathalie a su hermano, en cuanto la ve pasar al salón junto a su madre, después de haber hecho las presentaciones en la entrada.

—Es una diseñadora europea. Ha venido a pasar unos días.

—¿Unos días? ¿Y eso para qué?

—No tengo ni idea... Pero no me parece mal —sonríe con suficiencia.

Nathalie no dice nada y rueda los ojos. Quiere saber el motivo por el cual su madre ha decidido apostar por una joven a la que nadie conoce. Sube las escaleras, rumbo a su habitación y se sienta en su cama. Enciende su ordenador portátil que dejó anoche en una de las mesitas de noche y comienza a buscar el nombre de Rennè Moureau en internet. Al principio, solo encuentra noticias sobre su éxito y enlaces para obtener sus diseños. Sin embargo, hay una noticia que le llama especialmente la atención. El titular dice así: "Gideon Moonchild asiste a un desfile de Rennè Moureau".

Jason se despierta muy aturdido y con un fuerte dolor en la parte trasera de su cabeza. Está tirado en el suelo de la casa que visitó anoche y las ventanas ya iluminan toda la estancia. Al incorporarse un poco, ve que todo lo que hay a su alrededor está completamente igual que ayer pero le falla un detalle: no hay ni rastro de los papeles o de la carpeta que ayer vino a buscar. Se levanta de un respingo y la busca por todas partes pero no encuentra nada. Lo único que se le ocurre es que quien le dejó inconsciente anoche fue la misma persona que se llevó esa carpeta.

La rabia le posee y tira una de las sillas al suelo, haciendo que una de las patas se parta. No puede ser. ¿Por qué siempre es todo tan difícil?

Con este ánimo se encuentra cuando escucha unas llaves chocar con la puerta. Temeroso de volver a encontrarse con su atacante, agarra un cuchillo que hay en el fregadero de la cocina y que, por supuesto, está sucio. Entonces, se dirige a una de las habitaciones y se esconde tras la puerta.

—Lo mejor será que descanses y que te tomes el tiempo que necesites —habla una voz femenina.

Paul tiene un brazo roto y varias heridas y magulladuras repartidas por todo su cuerpo. Le han dicho que ha tenido suerte, pues, el golpe podría haberle causado lesiones mucho más graves pero, después de hacerle cientos de pruebas, han descartado daños graves y han decidido darle el alta, debido a las numerosas peticiones que ha hecho él de que esto sucediera. Riley ha insistido en acompañarle a casa y, nada más entrar, ha visto la silla rota. No hay signos de violencia en el resto de la casa, por lo que, supone que quizá la silla ya estuviera así antes de que todo sucediera. El joven, que también se ha cerciorado de ello, casi aplasta un anillo de oro que bien conoce y, con una leve patada, lo manda debajo del sofá sin que su compañera esté aquí.

Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora