Capítulo 14

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—¿Has leído la prensa? —le pregunta Ivanna a su hermano pequeño, que acaba de entrar en la cocina. El joven saca el tetrabrik de leche y le da un trago. Ella hace una mueca. Odia que su hermano no utilice vasos.

—No. ¿Debería?

—Están hablando de ti y de Nathalie.

—La gente no deja de inventar. No deberías leer todas esas bobadas.

—¿Has hablado con ella?

—¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Para darle más motivos para hablar de nosotros en televisión? Estoy seguro de que todas esas noticias las ha vendido ella.

—Sabes que no es así —repone la rubia.

—Pero, ¿a ti qué mosca te ha picado? —pregunta el chico sin rodeos—. Antes no soportabas verla y, ahora, la dejas entrar en casa y, luego, la defiendes. ¿Qué va a ser lo próximo?

—Hasta hace nada, tú confiabas en ella.

—Eso fue hasta que me di cuenta de que era igualita que su hermana. No, yo no soy Gideon. No dejaré que me arrastre al escarnio público.

—Como quieras —Ivanna se levanta del taburete en el que estaba sentada, dejando a medias el tazón de cereales que estaba tomando—. Simplemente, creo que te estás equivocando y que vas a terminar arrepentido.

Hunter observa a su hermana marcharse y suspira. Lleva tres días pensando en lo que sucedió con Nathalie. La rabia le consume cada vez que lo hace. No entiende cómo pudo confiar en ella. Si no ha soltado el bombazo sobre el blanqueo de dinero ha sido porque está esperando su oportunidad. Es lo que hace su familia y es lo que hará ella.

Cuando ayudó a Gideon con lo de Valentine, parecía como si hubiera algo diferente en ella. Parecía como si toda esa altanería y orgullo que la caracterizaban pudiera resultar en algo realmente bueno, como si tuviera escrúpulos después de todo, como si hubiera vuelto la Nathalie afable y simpática que le acompañaba en sus juegos. Y, es que, a pesar de la rivalidad que existía entre sus padres, no habían podido evitar pasar gran parte de su infancia juntos. Cuanto más intentaban sus padres separarlos, más tiempo permanecían juntos y, al final, optaron por dejar que el tiempo fuera deteriorando su relación hasta que acabara.

Ambos se conocían desde primaria, habían ido a clase juntos durante toda su vida. Nathalie era la típica niña que no necesitaba estudiar para destacar en clase. Era tan inteligente que cualquiera podría pensar que era superdotada y lo mejor es que no se esforzaba por demostrarlo. No estaba interesada en sorprender a nadie con sus conocimientos, ni siquiera a su profesor ni a sus compañeros, sino que, simplemente, los demostraba si así se le requería. Además, tenía una imaginación desbordante. Hunter adoraba escuchar sus cuentos, que mezclaban sus amplios conocimientos con una pizca de imaginación que solo ella podía mezclar con tanta avidez.

Sin embargo, todo cambió cuando llegó la adolescencia. Nathalie dejó de interesarse por juegos y por historias de niños. Empezó a salir con amigas y a mezclarse en nuevos círculos, dejando de lado a un Hunter cuyos únicos objetivos eran el fútbol y salir con chicas. Sin embargo, ella parecía estar en otra onda, como si fuera siempre un paso por delante de él. Finalmente, sus caminos se separaron. Él pensó que sería bueno, ya que a su padre no le hacía ni pizca de gracia aquella relación y así no tendría que aguantar rumores ni habladurías.

Pero, cuando la vio desfilar en esa pasarela, sintió como si todo el mundo estuviese creado para bailar al son de ella. El público, la música, las luces tomaban un nuevo significado cuando ella estaba allí. Era como si el tiempo se hubiera parado para verla brillar. Supuso que era un efecto que había querido provocar su madre aposta pero, más tarde, descubrió que esa percepción solo pudo captarla él, pues la prensa apenas habló de su aparición en el desfile. En las calles, nadie parecía tan sorprendido como él. Era como si todos se hubieran olvidado de ella y solo, en ese momento, él fuera el único que la vio de verdad.

Nathalie [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora