Día 7

112 51 27
                                    


–¿Quién lo diría? –Entró a la cocina con el calendario en la mano–. ¡He sobrevivido una semana en el infierno!

–No te emociones mucho –hablé desde la mesa, sin apartar la vista de la laptop–, aún quedan varias horas.

–¿Me estás amenazando, lobita? –jaló una silla para sentarse a mi lado.

–Como sigas interrumpiéndome, te arrancaré la piel con mis garras.

–Con los ojos hinchados y la nariz roja no intimidas mucho. ¿Qué estás haciendo? –tomó una hoja de papel y yo se la arrebaté de un tirón.

–Estoy trabajando, es eso que tienen que hacer algunas personas para ganarse la vida –sonreí con ironía.

–Ganarse la vida…–reflexionó–. Esa frase es un poco extraña. Como puede alguien "ganarse la vida", suena como si te ganaras el derecho a vivir solo por trabajar. Por ejemplo, los niños no trabajan, ¿eso significan que no deberían vivir?

–Que profundo –giré los ojos mientras rebuscaba entre el desorden de papeles.

–No, es en serio, esta sociedad cada vez me decepciona más.

–¿Ahora eres filósofo?

–No, soy arquitecto.

Si hubiera estado tomando algo lo hubiera escupido en ese instante.

–¿Qué? –alcé las cejas.

–Bueno aun no lo soy, pero cuando termine la universidad me darán un diploma que dirá algo así: Graduado en arquitectura, o…

Él continuó hablando, mientras en mi mente solo se repetían tres palabras: Carlos, arquitecto, universidad.

–…Graduado con honores estaría mejor. Alexa –movió la mano frente a mi rostro–, ¿Me estás escuchando?

–Sí, solo que no pareces un chico universitario –lo miré de arriba a abajo.

–¿Y cómo crees que luce un chico universitario, Sherlock Holmes?

–Pues, alguien con tatuajes, el pelo rizado, un chico misterioso, quizás más inteligente.

–Deberías dejar de leer novelas juveniles –se levantó de su lugar, negando con la cabeza.

–Jamás –tomé un sorbo de mi infusión de hierbas mientras él desaparecía de mi campo visual.

–¡Haré como que no escuché lo de "más inteligente"! –gritó desde el pasillo.
Carlos, arquitecto, universidad. ¿Quién lo diría?

–¿Qué crees que sea?

–Parece un caballero medieval, o algo así.

–Sí, mira ahí está la espada.

–Eso es una pierna idiota.

La nueva pasión de Carlos era rebuscar entre mis cosas viejas. Había sacado del pequeño cuarto de regueros una caja de cartón, de tamaño mediano, repleta de objetos de cuando era niña. No pude despegarme de ellos cuando me mudé, aprecio mucho los recuerdos, creo que son unas de las pocas cosas que conservamos en nuestras vidas. Estábamos tirados en el suelo de la habitación, analizando un medallón oxidado, que tenía un relieve de una figura humana un poco rara. El ambiente entre nosotros estaba bastante normal, decidí no volver a tocar el tema del posti, y parece que él respetó mi silencio.

–Mira esto –me mostró un pendiente plateado.

–Ni siquiera sé de donde salió eso –lo tomé para mirarlo de cerca.

Entre cuatro paredes. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora