¡Hola!, ¿cómo están wattpaders hermosos seguidores de esta historia? Ya saben lo que voy a decir, pero aquí les va: este capítulo contiene escenas de sexo (no son ni siquiera tan explícitas, me he estado volviendo romántica :/), igual si eres menor de 18 no lo leas, no te preocupes, no afectan la trama principal.
Nos vemos por allá abajo de nuevo, mientras tanto, disfruten:
Alexa.
Estaba ansiosa por conocer ese remedio, ese que era capaz de hacerme olvidar todos los problemas, a mí y a cualquier mujer.
Le acaricié el pelo con las manos y los labios con la boca, a la par que se frotaban nuestros cuerpos y nuestras respiraciones, unos por aquí y otros por allá, todos los roces desordenados, pero exquisitamente deliciosos.
-Ven -intenté tomar su mano para dirigirlo a la habitación, pero él no se movió.
-No, Alexa, tal vez más tarde -aprisionó mi cuerpo contra el fregadero, sonriendo con perversidad y dulzura al mismo tiempo.
Comenzó a besar el lado derecho de mi cuello, y yo ya no podía objetar ni aunque quisiera. Dejé caer la cabeza hacia un lado, exponiendo las venas de mi cuello para él, que succionaba mi piel como un vampiro sediento de sangre. A la vez que lamía la parte baja de mi oreja, mandando corrientazos por mi cuerpo de arriba hacia abajo, desabrochó con sufrida lentitud los botones de mis shorts. El roce de sus nudillos con mi abdomen mientras bajaba la cremallera me hacía arquear la espalda de forma inconsciente.
-Esto no es justo... -susurré, buscando su mirada-, yo tengo muy poca ropa y tú demasiada.
Hacía unos minutos que me había quitado la camiseta, dejando al aire mis pechos que bailaban sin sostén, luchando por sus merecidas caricias.
-Si es lo que quieres -alzó las manos, dejando que lo despojara de su suéter.
Me deleité la vista y el tacto recorriendo su abdomen, sus brazos, luego acaricié su entrepierna por encima del pantalón, y cuando intenté zafar los botones echó las caderas hacia atrás.
-Tranquila -soltó una risa ronca junto a mis clavículas que me hizo estremecer-. Mantén las manos quietas -tomó mis muñecas con una sola mano, y las pasó por encima de su cabeza hasta llegar su nuca. Decidí dejarlas allí.
Me apoyé con los antebrazos en sus hombros cuando me tomó de los muslos, y con un suave impulso quedé sentada en la encimera, justo al lado del fregadero. Dejó ver una media sonrisa, yo fruncí un poco el ceño ante lo que ese gesto tan simple provocaba en mí. Podía hacerme jadear sin ni siquiera tocarme. Él lo sabía, y se tomaba su tiempo para disfrutarlo, para mirarme mientras suspiraba, recorriendo sus ojos por mi torso desnudo. Después lo recorrió con sus manos, sin perderlo de vista tampoco. Y ya después, lo acarició con la boca y los dedos, y con los párpados cerrados pegados a mi piel.
Se tomó su tiempo en cada uno de mis pechos, yo no sabía si quería que se quedara ahí o que continuara su camino, mis pensamientos eran bastante confusos. Sentía la resequez en mis labios, como si toda la humedad de mi cuerpo se hubiera concentrado en un solo lugar, entre mis muslos. De tanto suspirar con la boca abierta también era una posible razón.
Un par de besos y succiones más, tres o cuatro suspiros míos, y lo contemplé inclinarse ante mí lentamente, manteniendo sus ojos fijos en mis pupilas. Escuché a penas como apoyaba una rodilla en el suelo. Quería decir algo, no lo sé, pero no hacían falta las palabras ahora, solo quería sentir, sentirlo. Tomó mi pantorrilla para colocar mi pierna en su hombro, y aunque era yo la que lo miraba desde arriba, mi cuerpo se rendía totalmente ante el suyo, ante su mirada. Tomó el borde de mis shorts, acariciándome con los pulgares, apoyé la planta de mi pie en su otro hombro, y con las manos a mis costados levanté las caderas, a la vez que el tiraba de la prenda, que descendió por mis piernas junto con mi ropa interior. Lo incité con la cabeza para que se levantara, pero obtuve un no por su parte, y sentí como se erizaba la parte baja de mi espalda cuando tomó mis rodillas, y abrió mis piernas frente a su rostro.
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Entre cuatro paredes. ©
Teen FictionUn virus que fue subestimado, y dos personas que violaron las medidas. Yo diría que esos fueron los principales factores de esta ecuación. Alexa, una chica de veinte años, economista, con experiencia en relaciones no amorosas, conoce a Carlos. Un ch...