El cielo estaba calmado, la lluvia descendía con menor intensidad y ya no se escuchaban truenos. Parecía que las nubes habían dejado de pelear, chocando entre ellas, y habían establecido un acuerdo temporal de paz. Pero una o dos aún estaban enojadas, ahuyentando al sol, quien quería mantenerse al margen de la disputa, y esperar a que todo se tranquilizara para volver a salir.Ese fue mi resumen metafórico del parte del tiempo. Abrí las ventanas de la casa con cuidado de no hacer ruido, y me detuve unos minutos en el balcón después de hacer el desayuno, recostada a la baranda. Inhalé profundamente el olor mañanero a tierra mojada, no puedo decir que el olor a lluvia, porque todos dicen que la lluvia no tiene olor, pero es mentira. La lluvia huele a café recién hecho para calmar el frío, a chocolate caliente, a comida casera improvisada. ¿Tendrá sentimientos la lluvia?, no lo sé, pero a mí me hace sentir paz, armonía, nostalgia de vez en cuando. Algo me oprime el centro del pecho, es como si extrañara algo sin saber qué es exactamente, pero mi instinto me dice que vaya a buscar a quien vive conmigo sin pagar alquiler. Le doy una última sonrisa al aire antes de darme la vuelta.
¿Por qué tengo la sensación de que hoy será un buen día?, ¿será la calma después de la tormenta?
–Carlos, levántate –volví de la cocina sacudiéndome las manos.
–No quiero –enterró la cara en la almohada.
–No te comportes como un niño.
–Para una vez que puedo dormir en la cama, déjame aprovecharla –murmuró sin demasiado esfuerzo.
–El desayuno está en la mesa –hablé con más tranquilidad que de costumbre.
–Más tarde voy.
–Te estoy esperando, y tengo hambre –tiré de la sabanas riendo, intentando que se levantara.
No funcionó, resultaría más fácil sacar un tanque de guerra de un charco de fango, solo tirado por un hilo de estambre. Puse la mano en su hombro, intentando que se volteara. La apartó con rapidez, pero no la suficiente como para que no lo notara.
Oh no.
–Alexa, yo…–se giró para mirarme.
–Creo…, creo que tienes fiebre –coloqué la mano en su frente–. ¡Estás ardiendo!
Se sentó en el borde de la cama, arrastrando su cuerpo con pereza hasta esa posición. Se quedó mirando al suelo, mientras mi mente traicionera, comenzaba a visualizar varios escenarios terribles. Carlos en el hospital. Carlos con tubos de oxígeno por la nariz. Carlos en terapia intensiva. Carlos…
–Voy a llamar a Laura –salí corriendo de la habitación.
–Espera.
Tomé el celular y marqué el número de Laura a toda velocidad.
–No responde –me sequé el sudor de la frente con el antebrazo–, tenemos que hablar con ella lo antes posible. ¿Desde cuándo te sientes mal?, ¿una hora, dos?
–Primero tienes que calmarte –me tomó de los hombros, mirándome a los ojos–, no pasa nada, yo…
Él hablaba, mientras yo aún no procesaba la situación.
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Entre cuatro paredes. ©
Teen FictionUn virus que fue subestimado, y dos personas que violaron las medidas. Yo diría que esos fueron los principales factores de esta ecuación. Alexa, una chica de veinte años, economista, con experiencia en relaciones no amorosas, conoce a Carlos. Un ch...