Capítulo 6

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Eran las nueve de la mañana y Dante aún seguía durmiendo y lo peor era que tenía una pierna encima de mi y tampoco iba agarrar su pierna para que la quitara, tal pensaba que lo estaba manoseando

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Eran las nueve de la mañana y Dante aún seguía durmiendo y lo peor era que tenía una pierna encima de mi y tampoco iba agarrar su pierna para que la quitara, tal pensaba que lo estaba manoseando. Así que lo único que se me ocurrió fue darle un putazo y fingir que estaba durmiendo, cuando lo hizo cerré los ojos y ronque. Dante se levanto sobresaltado por el golpe, tenía los ojos cerrados pero podía sentir su mirada sobre mi así que hice lo posible para no reírme. Escuché como suspiro y pensé que se levantaría, sin embargo, me atrajo a él y me envolvió en un abrazo cálido que me hizo respirar hondo.

—Kiara —murmuro.

Su voz era ronca ya que se acababa de despertar. Aún con los ojos cerrados pensé que había dejado el control en la cama ya que sentí algo duro en mi vientre. Abrí los ojos notando aquellos ojos negros, baje mi mano con lentitud tratando de quitar el control ya que era incómodo.

—Dante… —abrí mis ojos más de lo normal.

—¿Si?

—Eso no es un control, ¿Verdad? —pregunte preocupada.

—No cochina —gruño cuando apreté un poco más.

—Mierda —me pare corriendo hacia el baño con la cara ardiéndome.

Le acababa de tocar su…

Que vergüenza.

—¿Qué pasa? —escuche que se burlo — ¿Nunca habías tocado un miembro?

—No es como que vaya por la vida tocando el miembro de cada hombre que vea.

—Pues no trates de culparme, tú fuiste la que me lo tocó.

—Prométeme que jamás le dirás a alguien sobre lo que pasó.

—Lo prometo —suspiro del otro lado — no es como que quiera presumir que alguien me apretó el miembro.

—Ya cállate —me queje avergonzada — Ay, por qué no me ahorque con el cordón umbilical para no venir a este mundo donde solo paso vergüenzas.

Salí de la habitación con las mejillas rojas y Dante movió la cabeza a un lado y me observó directamente a los ojos.

—¡No me mires así! —grite.

—Bien —se metió al baño y yo me quedé sentada en la cama mordiéndome las uñas.

Hoy iríamos a ver ese hombre, no se si será un brujo o qué. Solo se que necesitaba que Dante volviera a dónde pertenecía, era un dolor de cabeza. Me levanté en cuanto vi que salió del baño, tuve que fingir que todo estaba normal y él solo permaneció en silencio.

—Iremos con el brujo.

—¿Qué tal si me embruja?

—No va hacer eso.

—¿Cómo sabes eso?

—Solo lo sé y ya.

—Bien —suspiro.

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