Sonrojo

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Cada vez que el tudesco miraba su mano no dejaba de recordar a la latina. No solo eso, ahora inconscientemente le buscaba con la mirada, sabia distinguir su voz desde la multitud, reconocía su melena negra. Y siempre que sus miradas se encontraban un calor empezaba a surgir en su pecho. Ese sentimiento le era agradable pero desconcertante. ¿Qué significaba aquello?

No era un cariño o afecto de amigos [aunque no tuviera muchos sabía que ese sentimiento era distinto]. Pero no quería arruinar la amistad que ahora tenía. La mexicana había sido la primera en acercarse a él sin esperar nada.

Además él sentía que no tenía nada que ofrecer: no era tan alto como USA, Canadá e incluso Rusia. Tenía músculos, si era cierto, pero no era tan atlético, a su sentir era más un fideo andante. Y ni hablar de habilidades sociales, una papa tenía más vida social que él.

Si, en serio no quería perder esa amistad.

Debía ser más que suficiente con hablar y comer juntos. Claro que no hablaban de cosas que no fueran de estado o de interés mutuo. No se atrevía a charlar sobre sus gustos y aficiones, como su pasión por la pintura y el dibujo, herencia de su padre. Tanto que llevaba un cuaderno consigo en el que plasmaba bocetos. Animales, paisajes, personas. Aunque en tiempos recientes era el rostro de México quien aparecía en los trazos. Sonriendo, pensando; le gustara llegar a dibujar todas las facetas de la americana.

Pero era mejor mantenerlo en secreto, así se evitarían las burlas por sus mediocres dibujos, eso era lo que pensaba.

Llego un receso de una reunión, se dispuso a dibujar un poco. Por más que busco y vacío su maletín el cuaderno no apareció.

Corrió hacia el salón, tal vez ahí quedo, pero nada. Pregunto a los encargados de limpieza y recolección y nada.

Tenía miedo de que alguien lo encontrara, más por la identificación en alemán con la frase "propiedad de Alemania". Ahora odiaba su dedicación a los detalles.

Bueno, solo esperaba que quien lo haya encontrado lo considerara inútil y lo tirara. Que no lo hayan visto, o peor, que le dijeran a México que ella se encontraba entre los bocetos.

"Me dibujaste, ¡qué horror!" se imagina que es lo que dirá la latina. Lo tachara de raro y se alejara de él.

Se frotaba la cara con las manos cuando escucho una voz familiar.

-Oye Ale, ¿esto es tuyo?

Miro con horror su preciado cuaderno entre las manos de la latina.

-Rusia me dijo que aquí está tu nombre escrito, ¿es tuyo?

Era el fin. Ya no podía negar ser el propietario.

-Ja, es mío.

Tomo el cuaderno. Esperaba que no lo haya visto.

-Perdón, pero me gano la curiosidad y lo ojee. ¿Tu dibujaste todo eso?

-Ja.

Ahora a esperar las burlas, los reproches o el tono de desagrado, y el adiós a su preciada amiga.

-Wow, dibujas bien chingon.

-Dass?

-Que dibujas chido, padre, am, bonito, de lujo, amazing; ¿lo dije bien? Soy re mensa pa'l inglés.

-¿Te gustaron?

-Me encantaron. Es como si pudiera estar frente a frente a cada objeto, animal. Son increíbles.

-Danke.

-E incluso me dibujaste. Eso me sorprendió.

¿Le gusto que la dibujara?

-Tienes que enseñarme más luego, si quieres, claro está.

-Se...seguro.

-Wii, de lujo. Vamos, ya casi empieza la junta.

-brat, ¿te sientes bien? Te vez...rojo.-Rusia no dejaba de observar el rostro de su amigo.

Por los comentarios de México el tudesco lucía un escarlata que dejaba muy atrás al tono de China.

-Sí, me siento de maravilla.

Sobra decir que ese tono no desapareció en todo el día y la noche. Siguió aún más mientras abrazaba su cuaderno, cual adolescente enamorado por primera vez.

Amorometro AlemexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora